PALEOLÍTICO   

    VILLAZGO          ARABES         ACTUALIDAD   

La llegada a Ayna es realmente sorprendente y la visión de su entorno constituye todo un regalo para los ojos. Después de recorrer los terrenos llanos y ligeramente ondulados del mediodía de Albacete, al llegar a esta población, el suelo se rompe y el paisaje cambia radicalmente, presentando una orografía absolutamente quebrada, muy distinta de la que nos lleva hasta la población. Sus casas aparecen apretadas unas contra otras, y contra las mismas lomas del monte San Urbán, buscando un espacio que parece no existir. De esta forma, se han aprovechado las laderas y cantiles rocosos para emplazar las viviendas. Antes de llegar a Ayna por la serpenteante carretera, que parece que nos va a arrojar al vacío por el abismo en cualquier momento, es obligado hacer una parada en el Mirador del Diablo, donde se ven unas vistas increíbles de todo el valle del río Mundo, de su arbolada umbría, y del mismo pueblo.

 

Las casas y sinuosas callejuelas de esta pintoresca población se adaptan al terreno, aprovechando todos y cada uno de sus centímetros, y se extienden casi todas ellas a ambos lados de su calle principal. Ésta forma una pendiente continua hasta la Plaza Mayor, donde esta el Ayuntamiento y donde hay una curiosa pared escalonada con gradas, que sirven al público para sentarse durante los encierros que se celebran a principios de septiembre. Dentro del pueblo, merece la pena visitar la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, una edificación que en nada se distingue de las casas colindantes, pero en su interior  guarda un bonito artesonado mudéjar del siglo XVI, que en 1.992 fue declarado de interés cultural.