Del Corazón Heredado. Antonio Belmonte Instrucciones de Descarga, Lectura e Impresión



Antonio Belmonte (1954)
forma parte de esa afición flamenca que, sin renunciar a palos, estilos, épocas ni intérpretes, conecta con esa tradición crítica existente en el flamenco y ahora un tanto arrumbada. Algo que es una constante del autor desde sus primeros poemas tan combativos y crudos como malos de solemnidad, que espera mejorar con estos de ahora, con la sola intención de hacerse sentir con su lectura o su uso cantable; en definitiva para entroncarse (retomarse, que se dice ahora) a sí mismo, siquiera sea un ratito, es por lo que ofrece en préstamo sin compromiso esta obra abierta a curiosos y atrevidos. Que ya hay que serlo. 

 

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Del Corazón Heredado es un libreto que está pensado como una continuación si se quiere romántica del lado perdedor del flamenco, como no puede serlo de otra manera la reivindicación de ese espacio rancio y de tanta flamencura que está en los orígenes del flamenco, hoy vejado y desvirtuado por los productos de moda del consumismo fácil que con su cursilería y amaneramiento, lo desnaturalizan y echan a los pies de los caballos.

Es por lo que se ruega a quien lo calificara de libro-protesta, lo haga de forma peyorativa, permitiéndole así enlazar con esos enormes letristas hoy vituperados y degradados a la condición de "quejicas profesionales". Qué risa. Como si la queja no fuera el alma mater del flamenco y como si la protesta no fuera la traslación ideal de la queja como reto esencial de los mortales. Aunque aquí quepa un distingo.

La protesta no es propiamente la queja, desde el momento en que aquélla lleva implícita una racionalización de lo que se dice, algo que en puridad no le es propio al flamenco, desde el instante en que la queja, la expansión del sentimiento es lo que domina a este arte, y todos los análisis situacionales vienen obligados a serlo a través de esa distorsión emocional que suponen el dolor o la alegría. Una dimensión crítica eminentemente anterior a lo que de cartesiano tiene cualquier análisis implícito en la protesta. Y además, que eso debe ser hecho así desde ese arte. Lo contrario sería convertirlo en sociología, y no es por ahí.

O sea que, de quejica, sí, y a mucha honra. Y el que no se quiera quejar, que se vaya al siquiatra. Pero también se trata de una queja actualizada, si es que eso vale en descargo de algo. Actualizada porque los pesares y sinsabores de la vida cotidiana también han evolucionado y se compensan hoy día con alegrías y gozos expresados a la manera de hoy. Que es de lo que tratan las siguientes páginas, como una aportación más que sin pretensiones rompedoras ni academicistas, sirvan de ilustración de los estados del alma con un mínimo de sentido flamenco.