UNA APROXIMACIÓN A LA OPOSICIÓN INTERNA Y EXTERNA AL FRANQUISMO ALBACETEÑO

Daniel Sánchez Ortega

En la década de los años cincuenta, la oposición armada al régimen había desaparecido prácticamente. Los grupos guerrilleros resistentes en la sierra de Alcaraz, o bien se habían disuelto o estaban muertos o encarcelados. La última acción armada de carácter terrorista sería el descarrilamiento del expreso Madrid-Barcelona a principios de 1 949, año en el que fue asaltado por la guardia civil el campamento guerrillero de Santa Cruz de Moya, en la provincia de Cuenca.

Sofocada la resistencia armada, el régimen centró todos sus esfuerzos en impedir cualquier rebrote de las organizaciones de oposición en el interior del país, tras el encarcelamiento e incomunicación de muchos de sus militantes.

La resistencia obrera de Albacete, que no pasó de un plante por causa de las pésimas condiciones laborales, tuvo lugar en una fábrica de esparto que existía en el paseo de la Cuba. En esta actuación desempeñó un papel fundamental lsidora Ramírez Sánchez, compañera de Ezequiel San José, militantes clandestinos ambos del Partido Comunista de España. Esta fábrica, que había pertenecido a un conocido terrateniente y comerciante albaceteño, había sido vendida antes del conflicto a un industrial afincado en Hellín.

La oposición comunista se dirigía, en principio, contra los sindicatos verticales franquistas, siguiendo las instrucciones del PCE, que se había trasladado a París tras un largo periplo por diversos lugares del territorio francés. Téngase en cuenta que el PCE, como tal, era ilegal en Francia, lo que dificultaba considerablemente su operatividad en la organización

de la lucha en el interior de España. Su ilegalización se había producido en octubre del año 1950, junto con la del PSUC, JSU, SE y UGT-Junta Central.

La oposición por parte del Partido Socialista Obrero Español en esta década fue prácticamente nula; en Albacete al menos. Llegado el momento, la consigna del PCE desde su clandestinidad parisina para concretar algún frente común de unidad nacional en la lucha contra el franquismo encontró en Albacete el vacío más absoluto: no existía ningún grupo de oposición distinto del PCE, y éste muy débil incluso.

La táctica de infiltración dictada por el PCE en el año 1951 se cumplió inmediatamente en toda España y también en Albacete.

Por extraño que parezca, la Iglesia no oficial desempeñó a través de sus estructuras un importante papel en el desarrollo del movimiento obrero en Albacete. Un movimiento católico, tenido por demasiado pietista e integrista, los Cursillos de Cristiandad, jugó un papel de primerísima importancia. Y no sólo por razón de su propia estructura o finalidad, sino porque, junto con ella o bajo ella, empezó a funcionar otro movimiento verdaderamente reivindicativo: la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), movimiento que daría sus frutos durante la década de los años sesenta.

Los sucesos universitarios de 1956 fueron quizás la primera manifestación de que las cosas podían estar cambiando, si no tan rápidamente como cabría suponer, sí al menos de una forma totalmente inesperada. De hecho, nada más producirse su nombramiento ya preparaba Franco secretamente su relevo, dejando con ello el camino despejado a un nuevo grupo de jóvenes tecnócratas patrocinados por Luis Carrero Blanco y vinculados al Opus Dei. De esta manera las diferentes familias falangistas y los aperturistas de Ruiz-Giménez, Laín, Ridruejo... quedaban definitivamente desplazadas por el nuevo grupo de presión que avanzaba imparable. No deja de llamar la atención el que cl 22 de abril del año 1 955, don Luis Martínez de la Ossa, alcalde de Albacete, retirara su candidatura para, consejero nacional de F.E.T. y de las J.O.N.S. El pretexto o motivo alegado -que en principio no nos satisface- fue su preferencia por ser procurador en Cortes al Consejo Nacional, organismo al que pertenecía por ser alcalde. Esta renuncia se nos antoja aquí como la toma de conciencia por parte de Martínez de la Ossa de su posible caída en desgracia, cuando no un posicionamiento estratégico de cara a la batalla final que debería librarse en el Consejo Nacional a la hora de constitucionalizar el régimen desde los presupuestos exclusivistas de la Falange. A nuestro juicio, los cambios de 1 959 y el Plan de Estabilización que se decretaba por entonces representan un hito perfectamente claro, pero el proceso venía gestándose a lo largo de toda la década, con manifestaciones evidentes en muchos de sus perfiles fundamentales a partir de 1956.

Desde este año, el alcalde Martínez de la Ossa, inserto a nuestro juicio en la línea social joseantoniana, y no sin ciertos resabios anticapitalistas, agotaba las últimas hojas de su calendario. En el invierno de 1956 el gobernador Rodríguez Acosta fue sustituido por don Santiago Guillén Moreno. Inmediatamente también sería removida la alcaldía de Albacete: don Luis Martínez de la Ossa fue sustituido por don Carlos Belmonte el 31 de octubre. Los tiempos, definitivamente, se movían hacia alguna parte.

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