PERNALES, mas de cien años de leyenda

 
 

El 31 de agosto de 1907, en Las Morricas, término municipal de Villaverde de Guadalimar, caían abatidos por los disparos de la Guardia Civil Francisco Ríos González, el Pernales, y su compañero de correrías Antonio Rodríguez Jiménez, el Niño del Arahal. El cabo de la Benemérita Calixto Villaescusa Hidalgo y el guardia Andrés Segovia Cuartero, comandados junto a otros guardias por el Segundo Teniente, Juan Haro López, jefe de la línea de Alcaraz, pusieron fin a sus días y a su sueño americano. Posiblemente la intención de los bandidos era llegar a Valencia y embarcarse desde allí hacia el Nuevo Continente, en busca de la paz y el sosiego que no hallaban en las tierras andaluzas de donde eran naturales.

Pernales había nacido en 1879 en Estepa, provincia de Sevilla, y el destino, la miseria y la injusticia social que se respiraba en los campos andaluces le llevó a iniciar el camino aventurero, y marginal del orden y la ley, del bandolerismo. Un bandolerismo que para muchas gentes era la única manera de dar quiebros al hambre y salir de la desdicha y adversidad en que estaban sumidos los campesinos de la tierra andaluza, tierra en la que ya se habían forjado muchos otros bandidos de leyenda, como Diego Corrientes, José María el Tempranillo, Juan Mingolla Gallardo, Manuel López Ramírez, Juan Caballero o Joaquín Camargo, estos tres últimos del mismo pueblo de Estepa que Pernales.

Francisco Ríos fue el bandido más buscado por las fuerzas del orden de principios del siglo XX por sus fechorías cometidas, como así lo acredita la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional en los diarios de la época. Pero para las gentes humildes fue un héroe, un paladín de los campesinos y un defensor de sus causas. Habría que tener en cuenta, antes de reputar cualquier idea sobre el bandolero estepeño, las calificaciones tan contrapuestas que hicieron de él algunos autores contemporáneos suyos. El sociólogo madrileño Constancio Bernaldo de Quirós le calificó de bárbaro y cobarde, mientras que Manuel Halcón Villalón, que además lo conoció personalmente, lo tildó de persona muy humana y valiente.

Todos los autores que escriben sobre el bandolerismo citan a Pernales como uno de los más famosos bandoleros de nuestra historia. Hernández Girbal, José María de Mena, José Santos, Emilio Soler o Manuel Pérez Regordán hablan de Pernales en su obra como una persona dura de carácter y de sentimientos, pero a la vez como alguien valiente y generoso que supo aprovechar la fama ganada entre las gentes humildes. En el mismo Museo del Bandolero de Ronda, el de Estepa ocupa un lugar privilegiado; quizás es el segundo protagonista de toda la muestra, tras José María el Tempranillo, a quien todos llamaban el Rey de Sierra Morena. Son muchas las fotografías o paneles biográficos que se exponen de Pernales o de quienes estuvieron relacionados con su vida y muerte, así como diferentes objetos que le pertenecieron.

Dentro de su biografía habría que contar su generosidad con la gente llana del campo, de lo que se cuenta que nunca dejó de favorecer a quien le pidió algún socorro. Pero también habría que citar la dureza con la que actuó con su mujer y sus hijas, a las que se dice maltrató y abandonó, y la crueldad al dar muerte al Macareno después de atarlo a un árbol. Bien es verdad que éste lo había intentado antes envenenar en su propio cortijo y, dentro del código de los bandoleros, esta muerte pudiera ser considerada una venganza justa. Este es el único crimen cierto que se le imputa, aunque otros autores hablan de las numerosas muertes que causó, sin saber a ciencia cierta quienes fueron las víctimas de estas muertes causadas.

Para Julio Caro Baroja, Pernales, distinguido como caballista, fue el último bandolero popular español, con cuya muerte comenzaron a correr los pliegos de cordel, que dieron fe de su vida y su muerte según convenía a sus autores. De todo hubo en la vida de Pernales según el ensayista y antropólogo madrileño: brujas echadoras de cartas, damas enamoradas de la apostura del bandolero, una condesa, rieptos y desafíos, rasgos de generosidad increíbles… Nada faltó en la vida de Francisco Ríos, dice Baroja, para hacerle émulo de los bandoleros más románticos de la historia.

Pero independientemente de lo que contasen unos y otros, entre las gentes de la Sierra de Alcaraz Pernales es una leyenda, una leyenda viva que empezó con la muerte del estepeño y que cuenta con más de cien años de existencia: la leyenda del bandido generoso que robaba a los ricos para dar a los pobres. La leyenda sigue viva en la sierra, como puede constatar quien recorra sus pueblos, sobre todo entre la gente mayor, que aún guarda al bandido con cariño en su memoria.

Queda como testimonio suyo en nuestra serranía su tumba en el cementerio de Alcaraz, y en el lugar de su muerte, en Las Morricas, a pocos kilómetros de Villaverde de Guadalimar, un panel explicativo y un puñado de piedras, que han ido depositando los caminantes, arrieros, pastores, labradores y demás gente del campo que por allí han pasado durante más de un siglo. Por toda la Sierra de Alcaraz aún se canta esta copla, que la fama se ha encargado de extender y resuena como un eco eterno por cada valle, por cada peña y por cada rincón de nuestra sierra:

Ya mataron al Pernales,

ladrón de Andalucía,

el que a los ricos robaba,

y a los pobres socorría.


ANTONIO MATEA MARTÍNEZ