AYNA, LA CUNA DEL ARTE RUPESTRE ALBACETEÑO.

---Cuenta la historia que en un principio los hombres sólo eran capaces de explicar sus orígenes por medio de los textos bíblicos. Se creía que el género humano contaba con una edad de unos 6.000 años, incluso hubo quien fijó el año 4.004 a.C. como el de la creación por Dios de nuestro planeta y de todos los seres vivos que lo pueblan. Un "entendido" en la materia fue todavía más preciso y, refinando los cálculos, señaló la fecha del 23 de octubre de ese año, y más concretamente las 9 de la mañana, como la del génesis del mundo. Posteriormente, ya a principios del siglo XIX, comenzaron los primeros estudios serios de los restos arqueológicos que se fueron descubriendo, entre ellos las llamadas "piedras del rayo", y comprobaron que en realidad se trataba de instrumentos fabricados por antiguos seres humanos. A partir de entonces se dividió la Prehistoria, periodo de la existencia del hombre anterior a la aparición de la escritura, en tres grandes etapas: Edad de Piedra, Edad de Bronce y Edad de Hierro. La Edad de Piedra se dividió a su vez, poco después, en Paleolítico, o Edad de la Piedra Tallada, y Neolítico, o Edad de la Piedra Pulimentada, aunque a estas divisiones se añadieron otras intermedias.
El Paleolítico es el periodo más largo de la historia de la humanidad, ya que ocupa más del 99 % de su desarrollo. Abarca un espacio de tiempo que va desde hace unos 2,5 millones de años, en que apareció el primer hombre en Africa, hasta unos 10.000 años antes de nuestra era. En ese espacio de tiempo los hombres se organizaban en pequeños grupos errantes, preocupados constantemente por una difícil supervivencia basada en la recolección de plantas y frutos silvestres, la pesca y sobre todo la caza. El hombre paleolítico era capaz de producir fuego, construir embarcaciones y fabricar instrumentos de piedra, madera y hueso que le ayudaban en la lucha diaria por esa dura subsistencia. También era capaz de construir pequeñas viviendas, que instalaba generalmente en las terrazas fluviales, pues los cauces de los ríos eran vías de comunicación de primer orden y además proporcionaban el agua necesaria para su vida. Sin embargo estas construcciones tuvieron un carácter temporal, ya que la explotación de los recursos naturales, sobre todo la caza, obligaba a continuos movimientos en los que aprovechaba para dormir o residir, también de forma provisional, las cuevas que le ofrecía el terreno.
Los primeros asentamientos humanos hallados en la provincia de Albacete corresponden a los yacimientos de La Fuente (Hellín) y La Jaraba (Villarrobledo), fijados ambos en el periodo Achelense, una de las subdivisiones del Paleolítico Inferior. Sin embargo las manifestaciones artísticas parietales más antiguas se conservan en la Cueva del Niño y han sido encuadradas por los expertos en el Paleolítico Superior, por lo que tendrían una antigüedad superior a los 12.000 años. Incluso algún historiador sitúa su cronología a finales del Solutrense o principios del Magdaleniense, por lo que su edad se elevaría a los 17.000 años. Esta cueva, situada en el término municipal de Ayna, constituye, sin duda, la auténtica cuna del arte rupestre albaceteño.
La Cueva del Niño se encuentra entre los picos Halcón y Albarda, sobre el margen derecho del río Mundo, en una zona sumamente quebrada. Su Interior está dividida en dos salas. En la primera aparecen representados caballos, ciervos y varias cabras, silueteados todos ellos con una gran sencillez. En la segunda, que está separada de la anterior por grandes columnas calcáreas, aparece una serpiente, un cuadrúpedo y una cabra. En total son 17 las figuras dibujadas si se suman otras de carácter neolítico que hay en el exterior de la cueva. Todas ellas se han pintado en rojo y algunos dibujos aparecen atravesados por pequeñas lanzas, quizás como rito mágico y propiciatorio para conseguir una buena jornada de caza. Al excavar el interior de la cueva se hallaron también algunos útiles de piedra y una vasija del periodo Neolítico de forma ovoide, decorada con incisiones geométricas.
Todos los alrededores de la cueva son de una gran belleza paisajística, con el río en el fondo de protagonista, que discurre encajonado entre cantiles y farallones rocosos que en algunos puntos superan los 300 metros de desnivel. Desde Los Alejos, una aldea de Molinicos situada aguas arriba, hasta Los Cárcabos, un caserío cercano a Royo Odrea, el río Mundo labra un impresionante cañón por donde las aguas pasan completamente encajadas en su cauce. A lo largo de su recorrido entre compactos roquedales el río serpentea y forma angostas y curvadas hoces que le hacen dar continuas revueltas, conformando un paisaje realmente fantástico digno de visitarse.
Para llegar hasta la cueva es preciso dirigirse a las Casas del Pozuelo y coger una pista forestal que sale cerca de esta cortijada. Antes, bajo El Pico, una impresionante peña tintada de colores ocres, cruzaremos el río por el alto puente del Pontarrón, que salva una profunda garganta horadada por su cauce. Cerca del puente está situada la aldea de Royo Odrea cuyas blancas casas se yerguen sobre la ladera de la solana de la Piedra del Prado, formando una bonita y atractiva población, sobre todo en el mágico momento del atardecer cuando el sol ilumina los edificios y esmalta de oro la citada piedra. Enfrente quedan las Casas de las Hoyas, situadas sobre el mismo Pontarrón y cerca La Fuensanta donde existe un nacimiento de aguas medicinales.
Otra posibilidad para llegar hasta la entrada de la Cueva del Niño, situada en los planos topográficos frente a las dos viviendas arruinadas del Cortijo del Avellano, es seguir el curso del río Mundo aguas arriba desde Los Cárcabos. Por encima de estas casas existe una presa construida para llevar las aguas a la central hidroeléctrica de La Alcadima. Por la parte derecha de la presa sale una senda, aunque enseguida es preciso avanzar por el interior del cauce del río, pues la vegetación, en algunos casos, y las paredes tajadas a plomo, en otros, impiden el trazado de camino alguno. El recorrido por este angosto cañón, situado bajo los grandes cortados negruzcos de los picos Caballo y Albarda, es verdaderamente fascinante, sobre todo antes de llegar al citado Cortijo del Avellano, donde el río ha forjado una cerrada hoz.



Al fondo, Los Picarazos

 

Cueva del Niño
Cueva del Niño

 

Vasija Neolítica
Vasija Neolítica hallada en la
CUEVA
DEL MUNDO




Pontarrón


Privilegio de villazgo concedido por Felipe II.


---Ayna se siente orgullosa de su Cueva del Niño, pero también de su privilegio de villazgo, guardado como un tesoro en el Ayuntamiento. Este privilegio, concedido por Felipe II el 22 de septiembre de 1565, desvinculaba a esta población de Alcaraz de quien había sido aldea hasta esa fecha. Es un cuadernillo en pergamino manuscrito de diez folios, ricamente adornado en siete de sus caras con diferentes dibujos en miniatura, que se conserva en una caja de cartón forrada en piel guardada en una caja fuerte. Con este título de Villa se le señalaba también término propio, aunque no por ello perdía la mancomunidad de pastos que gozaba con Alcaraz. Dentro de ese término quedaban incluidas como aldeas suyas Elche de la Sierra y Molinicos. Al final del privilegio hay dibujado una plano de su antiguo castillo de la Yedra y una nota que dice entre otras cosas:
"Este castillo guardó antiguamente el paso de los moros, a favor de la Santa fe Católica, resistiendo á fuerza de armas á los de Granada y Baza. Estaban en este castillo de la villa de Aina 25 hijosdalgo, libres y esentos de todos pechos demandados y pedidos, y murieron muchos en cautiverio por la defensa de esta fortaleza y la Santa Fe Católica".
El topónimo de Ayna deriva del vocablo árabe "ayn" que significa fuente, aunque habría que citarlo en plural, pues son más de doce las que tiene el pueblo, lo que hacen de él un auténtico manantial natural. Durante la dominación musulmana Ayna debió de ser una pequeña alquería, integrada en la cora de Jaén, cuyos habitantes aprovecharon las aguas del río y de estas abundantes fuentes para establecer pequeños cultivos. Todas las viviendas se agrupaban en torno al castillo de la Yedra, del que tan sólo quedan algunos restos testimoniales en la llamada Cueva de los Moros, dos grandes peñascos que han creado un paso natural, y algún muro cercano. Se creía que existía un túnel que comunicaba el castillo con el río, pero por más que algunos vecinos ha intentado descubrirlo ha sido sin éxito alguno.
Cuando el rey Alfonso VIII conquistaba Alcaraz, en los últimos días de mayo de 1213, dejó en la fortaleza a un puñado de valientes guerreros, que rápidamente extendieron el dominio cristiano por el vecino territorio agareno. Esta fiebre conquistadora llevó a Alcaraz a conseguir un amplio alfoz que alcanzaba una extensión aproximada a la mitad de la actual provincia de Albacete. La frontera oriental de este término quedaba delimitada por el sur de La Roda, Balazote y Peñas de San Pedro, que se cree ya conquistada en el año 1216, por lo que Ayna se supone para entonces en poder alcaraceño.
Ayna fue un enclave fronterizo muy importante para la defensa del término alcaraceño. En las cercanas tierras de Híjar, a menos de una legua, los guerreros muslimes del reino de Murcia guardaban una pequeña fortaleza que podía ser el punto de partida de temidas invasiones. Más tarde, con la caída de Liétor en poder de la Orden de Santiago en 1242 y las malas relaciones entre esta institución y el concejo de Alcaraz, fue fuente de numerosos conflictos, generalmente por la delimitación de los términos municipales. Alcaraz incentivó la repoblación concediendo numerosos privilegios a las gentes que acudieran de fuera, pero aun así este pequeño lugarejo seguía sujeto a los ataques de la morisma. En 1447 moros granadinos, aliados a las fuerzas cristianas del comendador de Segura, Rodrigo Manrique, saqueaban Ayna y robaban sus campos, haciendo además cautivos a casi todos sus habitantes. También en julio de 1457 los soldados mahometanos, esta vez aliados con el levantisco noble Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, se adentraban en territorio alcaraceño saqueando Bogarra y las tierras de Paterna, Cotillas, Riópar y Ayna matando, robando y cometiendo todo tipo de atrocidades.

 

 



Privilegio de Villazgo

 

Cueva de Los Moros
Cueva de Los Moros

Ayna, el balcón del Mundo.

---La llegada a Ayna es verdaderamente sorprendente y la visión de su entorno constituye todo un regalo para los ojos. Después de recorrer los terrenos llanos y ligeramente ondulados del mediodía de Albacete, al llegar a esta población, el suelo se rompe y el paisaje cambia radicalmente presentando una orografía absolutamente quebrada. Tal vez sea esta orografía y su caprichosa ubicación lo que ha llevado a denominarla la Suiza Manchega, aunque evidentemente aquí no se ven reflejadas las grandes altitudes ni las nieves perpetuas del país de Los Alpes. Sin embargo encontrar un paisaje tan abrupto y con unos farallones tan elevados, después de recorrer las llanuras albaceteñas, resulta ciertamente espectacular. Desde las alturas sus casas se asoman al río, como si fuesen el balcón de un enorme palacio, y aparecen apretadas unas contra otras y contra las mismas lomas del monte San Urbán, buscando un espacio que parece no existir. En su exiguo emplazamiento se aprovechan las laderas y cantiles rocosos para emplazar las viviendas, aunque la armonía de este matrimonio entre montaña y edificios se ha roto en más de una ocasión. Son numerosos los desprendimientos de piedras que se han producido, llegando incluso a provocar algún accidente mortal, lo que ha llevado a tener que apuntalar las paredes con infinidad de tabiques artificiales.
Antes de llegar a Ayna por la serpenteante carretera, que parece que nos va a arrojar al abismo en cualquier momento, es obligado hacer una parada en el Mirador del Diablo, donde se ven unas vistas increíbles de todo el valle del río Mundo, de su arbolada umbría y del mismo pueblo. La carretera inicia el descenso, poco antes de llegar al mirador, por el Gargantón, un barranco generalmente seco que queda colgado del enorme precipicio por La Toba, una pared tobácea que supera los 100 m. de altura. Cuando las lluvias caen sobre estas tierras y la rambla coge la suficiente cantidad de agua, ésta se precipita por esta pared creando una bonita cascada. Por encima del mirador queda situada también la Grieta del Fraile, una roca por la que rezuma el agua cuando los acuíferos del suelo se encuentran saturados.
Las casas y sinuosas callejuelas de esta pintoresca población se adaptan al terreno, aprovechando todos y cada uno de sus centímetros, y se extienden casi todas ellas a ambos lados de su arteria principal. Esta forma una pendiente continua hasta la Plaza Mayor, donde está el Ayuntamiento y frente a él una curiosa pared escalonada con gradas que sirven al público para sentarse durante los encierros que se celebran a principios de septiembre. Ayna es famosa, sobre todo, aparte de la Cueva del Niño y su agraciada naturaleza, por sus chuletas de cordero y por los encierros de sus fiestas patronales de la Virgen de lo Alto. Desde lo más alto de la carretera se bajan grandes morlacos de afilados cuernos hasta la población, donde se corren por su larga y estrecha calleja principal, acompañados del griterío de la población y de los cientos de visitantes que acuden a disfrutar del acontecimiento.
Dentro del pueblo merece la pena visitar la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, un templo sin ningún atractivo externo, pero que guarda en su interior un bonito artesonado mudéjar del siglo XVI elaborado en madera de pino. Durante la construcción de la iglesia nueva los oficios religiosos se celebraban en esta ermita, aunque más tarde se utilizó como cine y teatro. Incluso durante la Guerra Civil se usó de cantina por las milicias republicanas. La iglesia nueva de Nuestra Señora de lo Alto se terminó de construir en el año 1953, después de haber hundido la vieja por el mal estado en que se encontraba, aunque conserva una torre del siglo XVII fabricada en sillería.


Calla de Ayna


Abriendo la besana en la vega del Mundo


Fiestas de Ayna

Ermita del Santo Cristo de las Cabrillas

---A partir de la Plaza Mayor, donde hay colocada una placa que recuerda que Ayna recibió en 1964 el primer premio en el IV Concurso Provincial de Embellecimiento de Pueblos, salen unas estrechas calles que llevan al barrio del Barranco. En este barrio, situado al final de la población, se produjo a mediados de la década de los 70 una gigantesca riada que arrastró varias casas hacia el río. El entramado y sinuoso callejero de esta parte del pueblo permite hacer un recorrido realmente sensacional, sobre todo cuando nos cruzamos con algún callejón tan estrecho como la calle de La Gracia, por donde apenas puede pasar una persona. Por estas calles es fácil ver todavía, a primeras horas de la mañana, a gentes madrugadoras que cogen sus burras para trabajar los cercanos campos ayniegos; una auténtica estampa de tiempos pasados. Por la parte baja del pueblo existe una senda, vallada para evitar la caída, que nos permite disfrutar de unas hermosas vistas del río y de la población. Desde ella, después de pasar por un pequeño túnel, llegamos a la pequeña ermita del Santo Cristo de las Cabrillas, cuyas llaves las custodia Bienvenido, más conocido por el apodo de "el Galo".
Cuenta Bienvenido que el origen de esta ermita es muy antiguo. Está relacionado con un arriero andaluz que una noche totalmente despejada venía de Elche de la Sierra con una pesada carga de pellejos de aceite. Al pasar por la empinada calle que lleva a la ermita el mulo resbaló y cayó al suelo, por lo que el arriero temió que reventasen los odres de aceite. El hombre, que vio la desgracia que le venía encima, no pudo hacer otra cosa más que encomendarse a Dios e invocar a las cabrillas estelares, asociándolas directamente con El Creador. A pesar de lo aparatoso del accidente, ninguno de los pellejos se rompió, por lo que el arriero decidió tiempo después construir en aquel lugar una ermita en honor al Santo Cristo de las Cabrillas, para así conmemorar una acción que fue juzgada como milagrosa.
Antiguamente, cuando España poseía las colonias de Cuba y Filipinas, y más tarde el Protectorado de Marruecos, era tradición que los mozos que iban a sortear para el Servicio Militar llevasen el Santo a casa. Allí lo guardaban y le rezaban durante toda una noche, para evitar que la suerte los mandase a servir a ultramar. Sin embargo con el inicio de la Guerra Civil española el mismo Cristo fue arrojado de forma vil al río Mundo, pagando con él la rabia de las gentes por la sublevación militar. También en otros tiempos el Día de la Cruz, fiesta celebrada el día tres de mayo para rogar a Dios por las cosechas, se oficiaba una misa en la puerta de la ermita (pues sus reducidas dimensiones impiden que dentro puedan penetrar más de cinco o seis personas) y a continuación se realizaba una procesión, con una cruz totalmente adornada de flores, hasta las cercanías del hotel Felipe II. Una vez allí se bañaba la cruz en una pequeña charca que formaba el agua que nace en La Toba. En su regreso a la capilla las gentes que acudían a la procesión le quitaban las flores, pues eran tenidas por milagrosas. Todavía se realiza una misa en la ermita para celebrar este día, pero se ha trasladado al primer domingo de mayo.
Es obligado en Ayna acercarse a los miradores que hay en su interior, algunos de ellos situados en establecimientos hoteleros, por donde la población se asoma al Mundo y a los altos montes que lo envuelven. Desde ellos se ve la estrecha vega que forma el río dedicada a una producción agrícola sumamente condicionada por el relieve del terreno, al que el hombre se ha adaptado de forma increíble desde épocas remotas. Así lo muestra la infinidad de terrazas que se extienden a lo largo de las laderas de la margen izquierda del río, dedicadas sobre todo al cultivo de olivos, y los pequeños huertecillos que en algunos casos sólo es posible laborear con caballerías. Por encima de un gran bosque de pinos quedan las antenas del repetidor de televisión, situadas cerca del camping La Fuentezuela, por donde antiguamente pasaba el camino a Elche de la Sierra. Este camino fue utilizado durante muchos años por los esparteros para llevarse el esparto que se producía en el pueblo.
Y es que la producción de esparto fue en otros tiempos una fuente de ingresos muy importante para la economía de Ayna, al igual que ocurrió en otros pueblos albaceteños como Liétor, Elche de la Sierra o Hellín. Esta explotación, cuyos testimonios más fieles se ven por encima del pueblo, dejó muchos campos totalmente deforestados, sin ningún tipo de arbolado, a pesar de que en otros tiempos toda esta comarca estuvo muy protegida contra esa deforestación. Sin embargo hay muchas otras zonas pobladas de árboles, pues la explotación forestal es una importante fuente de ingresos para el pueblo. Así lo muestra sobre todo la margen derecha del río Mundo que aparece totalmente tapizada de pinos carrascos, que en muchos casos quedan colgados de las mismas cornisas de sus altas orillas. También destacan entre la vegetación silvestre algunas encinas y sabinas, más abundantes en tiempos pasados, coscojas, enebros, lentiscos, jaguarzos, torviscos, aliagas, romeros, tomillos y chumberas, estas últimas en las cercanías de las poblaciones.

 

 

 


Iglesia de La Virgen de lo Alto

 

 




Ermita del Santo Cristo de las Cabrillas

El tesoro de La Alcadima.

---El río Mundo deja Ayna acompañado de sauces, álamos y algunas plantas de ribera, y discurre por una estrecha garganta hasta llegar a la Alcadima, un caserío de Liétor, hace tiempo abandonado, que lleva como Ayna en su topónimo la herencia agarena. La Antigua es su transcripción al castellano, y al igual que casi todos los lugares donde anteriormente estuvieron los árabes guarda su historia sobre un antiguo tesoro. Según cuentan, cuando todavía estaba habitada esta aldea, había allí un hombre que soñó en repetidas ocasiones que en el Puente de Murcia encontraría la fortuna. Ante la insistencia del sueño decidió ir al citado puente, construido sobre el río Segura, y sentarse allí a esperar. Después de varios días un desconocido le preguntó por qué estaba tanto tiempo allí sentado, por lo que le contó su sueño. Este hombre le dijo entonces que no hiciese caso de tales sueños, pues él mismo había soñado que en un lugar llamado La Alcadima existía un tesoro oculto donde dormía una cabra roja. Ante estas palabras nuestro hombre se fue todo contento a su aldea y se puso a excavar el suelo de una cuadra donde dormía una cabra rojiza, de su misma propiedad, hallando una bolsa de piel que guardaba en su interior numerosas monedas de oro.
En La Alcadima llama la atención un gran número de invernaderos, al igual que existen otros muchos en las cercanías de Ayna, aunque de todas formas el microclima de esta población serrana es sumamente benigno, pues se pueden ver especies frutales como los naranjos y limoneros, propios de regiones más cálidas. Antes de llegar hasta estas casas de Liétor se encuentra El Salero, un paraje en el que se ubican unas salinas que se explotaron antiguamente para el consumo local de sal. De esta explotación quedan todavía un gran número de pilas de evaporación, situadas junto a unas viviendas, y en lo alto de un gran risco unas ruinas que sirvieron de torre de vigilancia. Por este lugar el río Mundo, arrullado por los impresionantes murallones rocosos de sus márgenes, forma bajo El Portillo una de las hoces más profundas y estrechas de todo su cauce, creando además un fastuoso paisaje. Esta ruta se puede hacer en coche desde Ayna, pero es aconsejable hacerla a pie por un camino que se eleva por encima del río, que coincide además con el GR-67, llamado también Sendero del Mundo.
Sin embargo donde el paisaje se vuelve realmente salvaje, de una belleza soberbia y fascinante, es entre las localidades de Los Alejos y Los Cárcabos. El río queda totalmente estrangulado por las paredes verticales de los altos picos del Halcón y la Albarda, por su orilla derecha, y la Muela de San Martín, por la izquierda, labrando un admirable y prodigioso cañón. La naturaleza ha sabido esculpir, con un mágico cincel, un paraje singular, increíblemente maravilloso, creando un pequeño ecosistema muy importante para la provincia de Albacete. Además toda esta área ha sido considerada zona de protección especial de la cabra montés, fácil de hallar en los altos paredones de la montaña hundiendo sus afilados cuernos en el azul del cielo, aunque la sarna y los cazadores furtivos han reducido considerablemente el número de ejemplares. También es posible encontrar en este encajado valle a la asustadiza nutria, que travesea por las frías aguas en busca de peces o de cualquier pequeño animal que se ponga al alcance de sus fauces. Igualmente es fácil ver en lo alto de una peña al águila real, desde donde escudriña con su mirada aguda el profundo y oscuro valle, o las escasas lomas de las inclinadas laderas del río, en busca de algún conejo que llevarse al pico.
Es un valioso tesoro natural que guarda el cauce del río Mundo, un río completamente albaceteño, y uno de los más recónditos y secretos rincones de toda la provincia. Existen también otras rutas diferentes que parten del núcleo urbano, de las que podemos coger información en el hotel Felipe II. Allí mismo se puede concertar la cita con un guía, como mínimo en grupos de diez personas, para visitar la Cueva del Niño. Además todos los alrededores son una invitación para practicar la escalada, un deporte del que sin duda alguna Ayna es un auténtico paraíso. Cueva Larga, El Meloncito, El Moro, la Cueva del Tío Fiel o el Cantero de Lituero, son algunos de los muchos lugares que existen para practicar este arriesgado deporte, lo que ha permitido la creación de una escuela de escalada. Incluso en el bar La Cueva existen una serie de itinerarios marcados por los escaladores y la posibilidad de señalizar otras nuevas vías.
Otras peñas ayniegas no son tan atractivas para la escalada, pero guardan sus pequeñas historias, como Los Picarzos, unos puntiagudos picos a los que suben los quintos, antes de ser llamados a filas, para colocar la bandera nacional. O la Peña del Obispo de la que cuentan que recibe el nombre porque, en cierta ocasión, un obispo tuvo que administrar el sacramento de la Confirmación en una vivienda que existe junto a ella. Igualmente, como casi todos los pueblos de la sierra, Ayna tiene una leyenda sobre una encantada, como la que dicen que aparecía en la Peña Mujer, una pequeña roca cubierta de hiedra situada junto al río Mundo. El día de San Juan salía de ella una mujer totalmente vestida de blanco y aquél que lograba ser el primero en verla podría enamorar a la moza que quisiera.
Pero si no somos apasionados de las historias antiguas o leyendas ni del excursionismo, ni de correr en sus famosos encierros o admirar las pinturas milenarias que nos legaron nuestros ancestros, simplemente nos podemos acercar a Ayna y disfrutar dando un paseo por sus pintorescas calles. Introducirnos por sus estrechas y empinadas callejuelas, algunas de ellas tan originales como la del Santo Cristo de las Cabrillas, y asomarnos por sus miradores, privilegiados balcones que miran al Mundo, nos va a resultar sencillamente conmovedor. Por supuesto sería imperdonable visitar Ayna y no probar las chuletas a la brasa con patatas al montón que hacen en sus bares, las gachas migas o el ajo de harina, todo ello acompañado con un pan "esfaratao". Seguro que nos vamos a chupar hasta los dedos.
Fotos y texto: ANTONIO MATEA MARTINEZ - Centro Excursionista de Albacete.