---Cuenta la historia que en
un principio los hombres sólo eran capaces de explicar sus orígenes
por medio de los textos bíblicos. Se creía que el género
humano contaba con una edad de unos 6.000 años, incluso hubo quien
fijó el año 4.004 a.C. como el de la creación por Dios
de nuestro planeta y de todos los seres vivos que lo pueblan. Un "entendido"
en la materia fue todavía más preciso y, refinando los cálculos,
señaló la fecha del 23 de octubre de ese año, y más
concretamente las 9 de la mañana, como la del génesis del
mundo. Posteriormente, ya a principios del siglo XIX, comenzaron los primeros
estudios serios de los restos arqueológicos que se fueron descubriendo,
entre ellos las llamadas "piedras del rayo", y comprobaron que
en realidad se trataba de instrumentos fabricados por antiguos seres humanos.
A partir de entonces se dividió la Prehistoria, periodo de la existencia
del hombre anterior a la aparición de la escritura, en tres grandes
etapas: Edad de Piedra, Edad de Bronce y Edad de Hierro. La Edad de Piedra
se dividió a su vez, poco después, en Paleolítico,
o Edad de la Piedra Tallada, y Neolítico, o Edad de la Piedra Pulimentada,
aunque a estas divisiones se añadieron otras intermedias.
El Paleolítico es el periodo más largo de la historia de la
humanidad, ya que ocupa más del 99 % de su desarrollo. Abarca un
espacio de tiempo que va desde hace unos 2,5 millones de años, en
que apareció el primer hombre en Africa, hasta unos 10.000 años
antes de nuestra era. En ese espacio de tiempo los hombres se organizaban
en pequeños grupos errantes, preocupados constantemente por una difícil
supervivencia basada en la recolección de plantas y frutos silvestres,
la pesca y sobre todo la caza. El hombre paleolítico era capaz de
producir fuego, construir embarcaciones y fabricar instrumentos de piedra,
madera y hueso que le ayudaban en la lucha diaria por esa dura subsistencia.
También era capaz de construir pequeñas viviendas, que instalaba
generalmente en las terrazas fluviales, pues los cauces de los ríos
eran vías de comunicación de primer orden y además
proporcionaban el agua necesaria para su vida. Sin embargo estas construcciones
tuvieron un carácter temporal, ya que la explotación de los
recursos naturales, sobre todo la caza, obligaba a continuos movimientos
en los que aprovechaba para dormir o residir, también de forma provisional,
las cuevas que le ofrecía el terreno.
Los primeros asentamientos humanos hallados en la provincia de Albacete
corresponden a los yacimientos
de La Fuente (Hellín) y La
Jaraba (Villarrobledo), fijados ambos en el periodo Achelense, una de
las subdivisiones del Paleolítico Inferior. Sin embargo las manifestaciones
artísticas parietales más antiguas se conservan en la Cueva
del Niño y han sido encuadradas por los expertos en el Paleolítico
Superior, por lo que tendrían una antigüedad superior a los
12.000 años. Incluso algún historiador sitúa su cronología
a finales del Solutrense o principios del Magdaleniense, por lo que su edad
se elevaría a los 17.000 años. Esta cueva, situada en el término
municipal de Ayna, constituye, sin duda, la auténtica cuna del arte
rupestre albaceteño.
La
Cueva del Niño se encuentra entre los picos Halcón y Albarda,
sobre el margen derecho del río Mundo, en una zona sumamente quebrada.
Su Interior está dividida en dos salas. En la primera aparecen representados
caballos, ciervos y varias cabras, silueteados todos ellos con una gran
sencillez. En la segunda, que está separada de la anterior por grandes
columnas calcáreas, aparece una serpiente, un cuadrúpedo y
una cabra. En total son 17 las figuras dibujadas si se suman otras de carácter
neolítico que hay en el exterior de la cueva. Todas ellas se han
pintado en rojo y algunos dibujos aparecen atravesados por pequeñas
lanzas, quizás como rito mágico y propiciatorio para conseguir
una buena jornada de caza. Al excavar el interior de la cueva se hallaron
también algunos útiles de piedra y una vasija del periodo
Neolítico de forma ovoide, decorada con incisiones geométricas.
Todos los alrededores de la cueva son de una gran belleza paisajística,
con el río en el fondo de protagonista, que discurre encajonado entre
cantiles y farallones rocosos que en algunos puntos superan los 300 metros
de desnivel. Desde Los
Alejos, una aldea de Molinicos situada aguas arriba, hasta Los Cárcabos, un caserío cercano
a Royo
Odrea, el río Mundo labra un impresionante cañón
por donde las aguas pasan completamente encajadas en su cauce. A lo largo
de su recorrido entre compactos roquedales el río serpentea y forma
angostas y curvadas hoces que le hacen dar continuas revueltas, conformando
un paisaje realmente fantástico digno de visitarse.
Para llegar hasta la cueva es preciso dirigirse a las Casas del Pozuelo
y coger una pista forestal que sale cerca de esta cortijada. Antes, bajo
El Pico, una impresionante peña tintada de colores ocres, cruzaremos
el río por el alto puente del Pontarrón,
que salva una profunda garganta horadada por su cauce. Cerca del puente
está situada la aldea de Royo Odrea cuyas blancas casas se yerguen
sobre la ladera de la solana de la Piedra del Prado, formando una bonita
y atractiva población, sobre todo en el mágico momento del
atardecer cuando el sol ilumina los edificios y esmalta de oro la citada
piedra. Enfrente quedan las Casas de las Hoyas, situadas sobre el mismo
Pontarrón y cerca La Fuensanta donde existe un nacimiento de aguas
medicinales.
Otra posibilidad para llegar hasta la entrada de la Cueva del Niño,
situada en los planos topográficos frente a las dos viviendas arruinadas
del Cortijo del Avellano, es seguir el curso del río Mundo aguas
arriba desde Los
Cárcabos. Por encima de estas casas existe una presa construida
para llevar las aguas a la central hidroeléctrica de La Alcadima.
Por la parte derecha de la presa sale una senda, aunque enseguida es preciso
avanzar por el interior del cauce del río, pues la vegetación,
en algunos casos, y las paredes tajadas a plomo, en otros, impiden el trazado
de camino alguno. El recorrido por este angosto cañón, situado
bajo los grandes cortados negruzcos de los picos Caballo y Albarda, es verdaderamente
fascinante, sobre todo antes de llegar al citado Cortijo del Avellano, donde
el río ha forjado una cerrada hoz.
|
Al fondo, Los Picarazos
Cueva del Niño
Vasija Neolítica hallada en la
CUEVA
DEL MUNDO
Pontarrón
|
Privilegio de villazgo concedido por Felipe II.
---Ayna se siente orgullosa
de su Cueva del Niño, pero también de su privilegio
de villazgo, guardado como un tesoro en el Ayuntamiento. Este privilegio,
concedido por Felipe II el 22 de septiembre de 1565, desvinculaba a esta
población de Alcaraz de quien había sido aldea hasta esa
fecha. Es un cuadernillo en pergamino manuscrito de diez folios, ricamente
adornado en siete de sus caras con diferentes dibujos en miniatura, que
se conserva en una caja de cartón forrada en piel guardada en una
caja fuerte. Con este título de Villa se le señalaba también
término propio, aunque no por ello perdía la mancomunidad
de pastos que gozaba con Alcaraz. Dentro de ese término quedaban
incluidas como aldeas suyas Elche
de la Sierra y Molinicos. Al final del privilegio hay dibujado una
plano de su antiguo castillo
de la Yedra y una nota que dice entre otras cosas:
"Este castillo guardó antiguamente el paso de los moros,
a favor de la Santa fe Católica, resistiendo á fuerza de
armas á los de Granada y Baza. Estaban en este castillo de la villa
de Aina 25 hijosdalgo, libres y esentos de todos pechos demandados y pedidos,
y murieron muchos en cautiverio por la defensa de esta fortaleza y la
Santa Fe Católica".
El topónimo de Ayna deriva del vocablo árabe "ayn"
que significa fuente, aunque habría que citarlo en plural, pues
son más de doce las que tiene el pueblo, lo que hacen de él
un auténtico manantial natural. Durante la dominación musulmana
Ayna debió de ser una pequeña alquería, integrada
en la cora de Jaén, cuyos habitantes aprovecharon las aguas del
río y de estas abundantes fuentes para establecer pequeños
cultivos. Todas las viviendas se agrupaban en torno al castillo de la
Yedra, del que tan sólo quedan algunos restos testimoniales en
la llamada Cueva
de los Moros, dos grandes peñascos que han creado un paso natural,
y algún muro cercano. Se creía que existía un túnel
que comunicaba el castillo con el río, pero por más que
algunos vecinos ha intentado descubrirlo ha sido sin éxito alguno.
Cuando el rey Alfonso
VIII conquistaba Alcaraz,
en los últimos días de mayo de 1213, dejó en la fortaleza
a un puñado de valientes guerreros, que rápidamente extendieron
el dominio cristiano por el vecino territorio agareno. Esta fiebre conquistadora
llevó a Alcaraz a conseguir un amplio alfoz que alcanzaba una extensión
aproximada a la mitad de la actual provincia de Albacete. La frontera
oriental de este término quedaba delimitada por el sur de La
Roda, Balazote
y Peñas
de San Pedro, que se cree ya conquistada en el año 1216, por
lo que Ayna se supone para entonces en poder alcaraceño.
Ayna fue un enclave fronterizo muy importante para la defensa del término
alcaraceño. En las cercanas tierras de Híjar, a menos de
una legua, los guerreros muslimes del reino de Murcia guardaban una pequeña
fortaleza que podía ser el punto de partida de temidas invasiones.
Más tarde, con la caída de Liétor en poder de la Orden de Santiago en 1242 y las malas relaciones entre
esta institución y el concejo de Alcaraz, fue fuente de numerosos
conflictos, generalmente por la delimitación de los términos
municipales. Alcaraz incentivó la repoblación concediendo
numerosos privilegios a las gentes que acudieran de fuera, pero aun así
este pequeño lugarejo seguía sujeto a los ataques de la
morisma. En 1447 moros granadinos, aliados a las fuerzas cristianas del
comendador
de Segura, Rodrigo Manrique, saqueaban Ayna y robaban sus campos,
haciendo además cautivos a casi todos sus habitantes. También
en julio de 1457 los soldados mahometanos, esta vez aliados con el levantisco noble
Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, se adentraban en territorio alcaraceño
saqueando Bogarra y las tierras de Paterna,
Cotillas,
Riópar
y Ayna matando, robando y cometiendo todo tipo de atrocidades.
|
Privilegio de Villazgo
Cueva de Los Moros
|
Ayna, el balcón
del Mundo.
---La llegada a Ayna es verdaderamente sorprendente
y la visión de su entorno constituye todo un regalo para los ojos.
Después de recorrer los terrenos llanos y ligeramente ondulados
del mediodía de Albacete, al llegar a esta población, el
suelo se rompe y el paisaje cambia radicalmente presentando una orografía
absolutamente quebrada. Tal vez sea esta orografía y su caprichosa
ubicación lo que ha llevado a denominarla la Suiza Manchega, aunque
evidentemente aquí no se ven reflejadas las grandes altitudes ni
las nieves perpetuas del país de Los Alpes. Sin embargo encontrar
un paisaje tan abrupto y con unos farallones tan elevados, después de recorrer las llanuras albaceteñas,
resulta ciertamente espectacular. Desde las alturas sus casas se asoman
al río, como si fuesen el balcón de un enorme palacio, y
aparecen apretadas unas contra otras y contra las mismas lomas del monte
San Urbán, buscando un espacio que parece no existir. En su exiguo
emplazamiento se aprovechan las laderas y cantiles rocosos para emplazar
las viviendas, aunque la armonía de este matrimonio entre montaña
y edificios se ha roto en más de una ocasión. Son numerosos
los desprendimientos de piedras que se han producido, llegando incluso
a provocar algún accidente mortal, lo que ha llevado a tener que
apuntalar las paredes con infinidad de tabiques artificiales.
Antes de llegar a Ayna por la serpenteante carretera, que parece que nos
va a arrojar al abismo en cualquier momento, es obligado hacer una parada
en el Mirador
del Diablo, donde se ven unas vistas increíbles de todo el
valle del río Mundo, de su arbolada umbría y del mismo pueblo.
La carretera inicia el descenso, poco antes de llegar al mirador, por
el Gargantón,
un barranco generalmente seco que queda colgado del enorme precipicio
por La
Toba, una pared tobácea que supera los 100 m. de altura. Cuando
las lluvias caen sobre estas tierras y la rambla coge la suficiente cantidad
de agua, ésta se precipita por esta pared creando una bonita cascada.
Por encima del mirador queda situada también la Grieta del Fraile,
una roca por la que rezuma el agua cuando los acuíferos del suelo
se encuentran saturados.
Las casas y sinuosas callejuelas de esta pintoresca población se
adaptan al terreno, aprovechando todos y cada uno de sus centímetros,
y se extienden casi todas ellas a ambos lados de su arteria principal.
Esta forma una pendiente continua hasta la Plaza Mayor, donde está
el Ayuntamiento y frente a él una curiosa pared escalonada con
gradas que sirven al público para sentarse durante los encierros
que se celebran a principios de septiembre. Ayna es famosa, sobre todo,
aparte de la Cueva del Niño y su agraciada naturaleza, por sus
chuletas de cordero y por los encierros de sus fiestas
patronales de la Virgen de lo Alto. Desde lo más alto de la
carretera se bajan grandes morlacos de afilados cuernos hasta la población,
donde se corren por su larga y estrecha calleja principal, acompañados
del griterío de la población y de los cientos de visitantes
que acuden a disfrutar del acontecimiento.
Dentro del pueblo merece la pena visitar la ermita de Nuestra
Señora de los Remedios, un templo sin ningún atractivo
externo, pero que guarda en su interior un bonito artesonado mudéjar
del siglo XVI elaborado en madera de pino. Durante la construcción
de la iglesia nueva los oficios religiosos se celebraban en esta ermita,
aunque más tarde se utilizó como cine y teatro. Incluso
durante la Guerra Civil se usó de cantina por las milicias republicanas. La
iglesia nueva de Nuestra Señora de lo Alto se terminó
de construir en el año 1953, después de haber hundido la
vieja por el mal estado en que se encontraba, aunque conserva una torre
del siglo XVII fabricada en sillería.
|
Calla de Ayna
Abriendo la besana en la vega del Mundo
Fiestas de Ayna
|
Ermita del Santo Cristo de las Cabrillas
---A partir de la Plaza Mayor, donde hay
colocada una placa que recuerda que Ayna recibió en 1964 el primer
premio en el IV Concurso Provincial de Embellecimiento de Pueblos, salen
unas estrechas calles que llevan al barrio del Barranco. En este barrio,
situado al final de la población, se produjo a mediados de la década
de los 70 una gigantesca riada que arrastró varias casas hacia
el río. El entramado y sinuoso callejero de esta parte del pueblo
permite hacer un recorrido realmente sensacional, sobre todo cuando nos
cruzamos con algún callejón tan estrecho como la calle de
La Gracia, por donde apenas puede pasar una persona. Por estas calles
es fácil ver todavía, a primeras horas de la mañana,
a gentes madrugadoras que cogen sus burras para trabajar los cercanos
campos ayniegos; una auténtica estampa de tiempos pasados. Por
la parte baja del pueblo existe una senda, vallada para evitar la caída,
que nos permite disfrutar de unas hermosas vistas del río y de
la población. Desde ella, después de pasar por un pequeño
túnel, llegamos a la pequeña ermita del Santo Cristo de
las Cabrillas, cuyas llaves las custodia Bienvenido, más conocido
por el apodo de "el Galo".
Cuenta Bienvenido que el origen de esta ermita es muy antiguo. Está
relacionado con un arriero andaluz que una noche totalmente despejada
venía de Elche de la Sierra con una pesada carga de pellejos de
aceite. Al pasar por la empinada calle que lleva a la ermita el mulo resbaló
y cayó al suelo, por lo que el arriero temió que reventasen
los odres de aceite. El hombre, que vio la desgracia que le venía
encima, no pudo hacer otra cosa más que encomendarse a Dios e invocar
a las cabrillas estelares, asociándolas directamente con El Creador.
A pesar de lo aparatoso del accidente, ninguno de los pellejos se rompió,
por lo que el arriero decidió tiempo después construir en
aquel lugar una ermita en honor al Santo Cristo de las Cabrillas, para
así conmemorar una acción que fue juzgada como milagrosa.
Antiguamente, cuando España poseía las colonias de Cuba
y Filipinas, y más tarde el Protectorado de Marruecos, era tradición
que los mozos que iban a sortear para el Servicio Militar llevasen el
Santo a casa. Allí lo guardaban y le rezaban durante toda una noche,
para evitar que la suerte los mandase a servir a ultramar. Sin embargo
con el inicio de la Guerra Civil española el mismo Cristo fue arrojado
de forma vil al río Mundo, pagando con él la rabia de las
gentes por la sublevación militar. También en otros tiempos
el Día de la Cruz, fiesta celebrada el día tres de mayo
para rogar a Dios por las cosechas, se oficiaba una misa en la puerta
de la ermita (pues sus reducidas dimensiones impiden que dentro puedan
penetrar más de cinco o seis personas) y a continuación
se realizaba una procesión, con una cruz totalmente adornada de
flores, hasta las cercanías del hotel
Felipe II. Una vez allí se bañaba la cruz en una pequeña
charca que formaba el agua que nace en La Toba. En su regreso a la capilla
las gentes que acudían a la procesión le quitaban las flores,
pues eran tenidas por milagrosas. Todavía se realiza una misa en
la ermita para celebrar este día, pero se ha trasladado al primer
domingo de mayo.
Es obligado en Ayna acercarse a los miradores que hay en su interior,
algunos de ellos situados en establecimientos hoteleros, por donde la
población se asoma al Mundo y a los altos montes que lo envuelven.
Desde ellos se ve la estrecha vega que forma el río dedicada a
una producción agrícola sumamente condicionada por el relieve
del terreno, al que el hombre se ha adaptado de forma increíble
desde épocas remotas. Así lo muestra la infinidad de terrazas
que se extienden a lo largo de las laderas de la margen izquierda del
río, dedicadas sobre todo al cultivo de olivos, y los pequeños
huertecillos que en algunos casos sólo es posible laborear con
caballerías. Por encima de un gran bosque de pinos quedan las antenas
del repetidor de televisión, situadas cerca del camping
La Fuentezuela, por donde antiguamente pasaba el camino a Elche de
la Sierra. Este camino fue utilizado durante muchos años por los
esparteros para llevarse el esparto que se producía en el pueblo.
Y es que la producción de esparto fue en otros tiempos una fuente
de ingresos muy importante para la economía de Ayna, al igual que
ocurrió en otros pueblos albaceteños como Liétor,
Elche de la Sierra o Hellín.
Esta explotación, cuyos testimonios más fieles se ven por
encima del pueblo, dejó muchos campos totalmente deforestados,
sin ningún tipo de arbolado, a pesar de que en otros tiempos toda
esta comarca estuvo muy protegida contra esa deforestación. Sin
embargo hay muchas otras zonas pobladas de árboles, pues la explotación
forestal es una importante fuente de ingresos para el pueblo. Así
lo muestra sobre todo la margen derecha del río Mundo que aparece
totalmente tapizada de pinos carrascos, que en muchos casos quedan colgados
de las mismas cornisas de sus altas orillas. También destacan entre
la vegetación silvestre algunas encinas y sabinas, más abundantes
en tiempos pasados, coscojas, enebros, lentiscos, jaguarzos, torviscos,
aliagas, romeros, tomillos y chumberas, estas últimas en las cercanías
de las poblaciones.
|
Iglesia de La Virgen de lo Alto
Ermita del Santo Cristo de las Cabrillas
|
El tesoro de La Alcadima.
---El
río Mundo deja Ayna acompañado de sauces, álamos
y algunas plantas de ribera, y discurre por una estrecha garganta hasta
llegar a la Alcadima,
un caserío de Liétor, hace tiempo abandonado, que lleva
como Ayna en su topónimo la herencia agarena. La Antigua es su
transcripción al castellano, y al igual que casi todos los lugares
donde anteriormente estuvieron los árabes guarda su historia sobre
un antiguo tesoro. Según cuentan, cuando todavía estaba
habitada esta aldea, había allí un hombre que soñó
en repetidas ocasiones que en el Puente de Murcia encontraría la
fortuna. Ante la insistencia del sueño decidió ir al citado
puente, construido sobre el río Segura, y sentarse allí
a esperar. Después de varios días un desconocido le preguntó
por qué estaba tanto tiempo allí sentado, por lo que le
contó su sueño. Este hombre le dijo entonces que no hiciese
caso de tales sueños, pues él mismo había soñado
que en un lugar llamado La Alcadima existía un tesoro oculto donde
dormía una cabra roja. Ante estas palabras nuestro hombre se fue
todo contento a su aldea y se puso a excavar el suelo de una cuadra donde
dormía una cabra rojiza, de su misma propiedad, hallando una bolsa
de piel que guardaba en su interior numerosas monedas de oro.
En La Alcadima llama la atención un gran número de invernaderos,
al igual que existen otros muchos en las cercanías de Ayna, aunque
de todas formas el microclima de esta población serrana es sumamente
benigno, pues se pueden ver especies frutales como los naranjos y limoneros,
propios de regiones más cálidas. Antes de llegar hasta estas
casas de Liétor se encuentra El
Salero, un paraje en el que se ubican unas salinas que se explotaron
antiguamente para el consumo local de sal. De esta explotación
quedan todavía un gran número de pilas de evaporación,
situadas junto a unas viviendas, y en lo alto de un gran risco unas ruinas
que sirvieron de torre de vigilancia. Por este lugar el río Mundo,
arrullado por los impresionantes murallones rocosos de sus márgenes,
forma bajo El Portillo una de las hoces más profundas y estrechas
de todo su cauce, creando además un fastuoso paisaje. Esta ruta
se puede hacer en coche desde Ayna, pero es aconsejable hacerla a pie
por un camino que se eleva por encima del río, que coincide además
con el GR-67, llamado también Sendero del Mundo.
Sin embargo donde el paisaje se vuelve realmente salvaje, de una belleza
soberbia y fascinante, es entre las localidades de Los Alejos y Los Cárcabos.
El río queda totalmente estrangulado por las paredes verticales
de los altos picos del Halcón y la Albarda, por su orilla derecha,
y la Muela de San Martín, por la izquierda, labrando un admirable
y prodigioso cañón. La naturaleza ha sabido esculpir, con
un mágico cincel, un paraje singular, increíblemente maravilloso,
creando un pequeño ecosistema muy importante para la provincia
de Albacete. Además toda esta área ha sido considerada zona
de protección especial de la cabra montés, fácil
de hallar en los altos paredones de la montaña hundiendo sus afilados
cuernos en el azul del cielo, aunque la sarna y los cazadores furtivos
han reducido considerablemente el número de ejemplares. También
es posible encontrar en este encajado valle a la asustadiza nutria, que
travesea por las frías aguas en busca de peces o de cualquier pequeño
animal que se ponga al alcance de sus fauces. Igualmente es fácil
ver en lo alto de una peña al águila real, desde donde escudriña
con su mirada aguda el profundo y oscuro valle, o las escasas lomas de
las inclinadas laderas del río, en busca de algún conejo
que llevarse al pico.
Es un valioso tesoro natural que guarda el cauce del río Mundo,
un río completamente albaceteño, y uno de los más
recónditos y secretos rincones de toda la provincia. Existen también
otras rutas diferentes que parten del núcleo urbano, de las que
podemos coger información en el hotel
Felipe II. Allí mismo se puede concertar la cita con un guía,
como mínimo en grupos de diez personas, para visitar la Cueva del
Niño. Además todos los alrededores son una invitación
para practicar la escalada, un deporte del que sin duda alguna Ayna es
un auténtico paraíso. Cueva Larga, El Meloncito, El Moro,
la Cueva del Tío Fiel o el Cantero de Lituero, son algunos de los
muchos lugares que existen para practicar este arriesgado deporte, lo
que ha permitido la creación de una escuela de escalada. Incluso
en el bar La Cueva existen una serie de itinerarios marcados por los escaladores
y la posibilidad de señalizar otras nuevas vías.
Otras peñas ayniegas no son tan atractivas para la escalada, pero
guardan sus pequeñas historias, como Los
Picarzos, unos puntiagudos picos a los que suben los quintos, antes
de ser llamados a filas, para colocar la bandera nacional. O la Peña
del Obispo de la que cuentan que recibe el nombre porque, en cierta ocasión,
un obispo tuvo que administrar el sacramento de la Confirmación
en una vivienda que existe junto a ella. Igualmente, como casi todos los
pueblos de la sierra, Ayna tiene una leyenda sobre una encantada, como
la que dicen que aparecía en la Peña Mujer, una pequeña
roca cubierta de hiedra situada junto al río Mundo. El día
de San Juan salía de ella una mujer totalmente vestida de blanco
y aquél que lograba ser el primero en verla podría enamorar
a la moza que quisiera.
Pero si no somos apasionados de las historias antiguas o leyendas ni del
excursionismo, ni de correr en sus famosos encierros o admirar las pinturas
milenarias que nos legaron nuestros ancestros, simplemente nos podemos
acercar a Ayna y disfrutar dando un paseo por sus pintorescas calles.
Introducirnos por sus estrechas y empinadas callejuelas, algunas de ellas
tan originales como la del Santo Cristo de las Cabrillas, y asomarnos
por sus miradores, privilegiados balcones que miran al Mundo, nos va a
resultar sencillamente conmovedor. Por supuesto sería imperdonable
visitar Ayna y no probar las chuletas a la brasa con patatas al montón
que hacen en sus bares, las gachas migas o el ajo de harina, todo ello
acompañado con un pan "esfaratao". Seguro que nos vamos
a chupar hasta los dedos.
Fotos y texto: ANTONIO MATEA MARTINEZ - Centro Excursionista
de Albacete.
|
|