MEMORIA
DE LA XXI MARCHA NERPIO-ALCARAZ
Antonio Matea Martínez
Gerardo González Montero.
Centro Excursionista de Albacete
GONZÁLEZ MONTERO,
GERARDO |
NOGUERO
FERNÁNDEZ, FRANCISCO |
HERNÁNDEZ
MARTÍNEZ, SIGFREDO |
MATEA MARTÍNEZ,
ANTONIO |
NOGUERO
FERNÁNDEZ, JOSÉ LUIS |
JOSÉ GARCÍA
LANCIANO |
CARBALLO MARTÍN,
SANTIAGO |
ALARCÓN HERREROS,
PEDRO |
GUTIERREZ
IZQUIERDO, LUIS |
FERNÁNDEZ SÁNCHEZ,
MARIO |
MOLINA GUIRAO,
JUAN AGUSTÍN |
SALMERÓN RUESCAS,
JUAN |
MUNERA GARCÍA,
JOSÉ ANDRÉS |
GONZÁLEZ ANDRÉS,
PEDRO |
POLO MARTÍNEZ,
JOSÉ LUIS |
RUÍZ SÁNCHEZ,
MANUEL |
MARTÍNEZ ALARCOS,
EDUARDO |
MARTÍNEZ VERGARA,
MANUEL |
PEINADO SÁNCHEZ,
DOLORES |
SAMANIEGO TEJO,
JUAN CARLOS |
LUJÁN GARCÍA,
JOSÉ MARÍA |
MARTÍNEZ CERDÁN,
ROSA BELÉN |
RAMÍREZ
FERNÁNDEZ, JULIÁN |
GARIJO DE LEÓN,
LAUREANO |
GONZÁLEZ SÁNCHEZ,
JUAN CARLOS |
ROLDÁN PASTOR,
ÁNGEL |
GONZÁLEZ PICAZO,
FRANCISCO |
JIMÉNEZ BETETA,
FERNANDO |
MARÍN DE LA
FUENTE, JUAN ANTONIO |
FRESNEDA PÉREZ,
JUAN |
GALLARDO FRÍAS,
NURIA |
CORONADO
TERREGROSA, LUIS EDUARDO |
PLAZA BLÁZQUEZ,
REMEDIOS |
NAVARRO
HERNÁNDEZ, JOSÉ JAVIER |
BONILLO ALFARO
JIMÉNEZ, ALFONSO JOSÉ |
VALLS CANTOS,
PASCUAL |
MARTÍNEZ
GONZÁLEZ, ANDRÉS PEDRO |
TALAVERA PICAZO,
JOSÉ LUIS |
DIA |
ITINERARIO |
KILOMETROS |
30/11/2003 |
NERPIO-GONTAR |
24,6 |
01/12/2003 |
GONTAR-ARGUELLITE |
17,9 |
02/12/2003 |
ARGUELLITE-CAMPING
DE TUS |
16,9 |
03/12/2003 |
CAMPING DE TUS-
SILES |
20,2 |
04/12/2003 |
SILES-
BIENSERVIDA |
22,3 |
05/12/2003 |
BIENSERVIDA-SALOBRE |
17 |
06/12/2003 |
SALOBRE-ALCARAZ |
14,1 |
En la presente edición, el itinerario
ha supuesto una novedad completa respecto al de años anteriores, y ha sido
valorado muy positivamente por todos los participantes. Se han reconocido todas
las etapas con carácter previo por el grupo de monitores, tratando de ofrecer
una nueva perspectiva de la sierra de Albacete.
“Preguntónos que cuál parte de esta sierra era la más áspera y escondida; dijímosle que era esta donde ahora estamos; y es ansí la verdad, porque si entráis media legua más adentro, quizá no acertaréis a salir; y estoy maravillado de cómo habéis podido llegar aquí, porque no hay camino ni senda que a este lugar encamine.”
Dijo una vez alguien que cada uno es lo que sabe que
es, aunque ni recordamos ni queremos recordar quién dijo tan sabia teoría. No
sabemos el porqué de realizar año tras año esta serrana Marcha Nerpio Alcaraz,
pero sí sabemos que cada año queremos hacerla de nuevo. Un año tras otro
esperamos con ansia que lleguen los primeros y fríos días de diciembre para
calzarnos las botas y las polainas y ponernos en camino, y así dejar impresas
nuestras huellas, durante siete días, por las abruptas tierras de nuestras
sierras.
Esto de la marcha es como un fuerte imán que nos
atrae hacia la sierra, como una extraña fuerza
que nos empuja al monte a disfrutar de sus bellos encantos. Una fuerza
que no acertamos a explicar, aunque sí sabemos que existe, porque, a fe, que es
verdadera. Testigo de ello son los recuerdos que hemos traído en la mochila,
nuestras sentidas sensaciones, nuestras vivencias y las imágenes que hemos
captado con nuestras cámaras fotográficas.
Acabamos de finalizar con éxito, sólo ha habido dos
abandonos por problemas físicos y otros dos por problemas personales, la XXI
edición de la Marcha Nerpio Alcaraz. No sabemos si vamos a poder realizar la
XXII edición, pero sí sabemos el deseo que sentimos de hacerla de nuevo, las
ganas inmensas que tenemos de volver a cargarnos de nuevo la mochila sobre los
hombros y comenzar a caminar.
Quizás ese deseo se deba a la avidez de conocer un
mundo que cada vez sabemos que conocemos menos, pues aunque conozcamos más
cosas de él, estamos seguros que aún son muchas más las que se pueden aprender.
O quizás se deba, ese deseo, a la experiencia de vivir una aventura que cada
año se presenta nueva, como si nunca antes la hubiéramos experimentado, como si
fuera la primera vez que vamos a realizar la exploración de la sierra.
Hemos finalizado la más bonita Marcha Nerpio Alcaraz
que se ha realizado hasta ahora. Por lo menos eso dicen algunos de los que la
han hecho anteriormente. La nieve ha contribuido a ello en gran manera. La
nieve, ese manto blanco que embellece los valles, barrancos y las altas
cresterías, ha cargado los brazos de los pinos, partiéndolos a veces, dándoles
un aspecto fantasmagórico y místico. La nieve nos ha hecho disfrutar como nunca
de la sierra. Esa nieve, que tapiza las haldas de los montes, inundará luego
con su fundición las bolsas subterráneas de agua, dando vida a los manantiales
que dan luz a la esencia de la vida.
No sabemos si la marcha del próximo año va a ser tan
bonita como la que acabamos de finalizar, pero sí sabemos que ésta lo ha sido
sin duda.
Quizá no sepamos quienes somos, ni si somos cuerdos
o locos, aunque digan que más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la
ajena, y aunque digan también que cada uno en su casa puede ser príncipe o
emperador de ella, o ambas cosas a la vez. Pero como tantas letras tiene un sí
como un no, sí sabemos con certeza, si seguimos con nuestros siete o cinco, o
los sentidos que tengamos, que el año que viene vamos a tener deseos de
recorrer de nuevo la sierra, dispuestos a llevar nuestro negocio adelante, que
no es otro que llegar desde Nerpio hasta Alcaraz, con la sola ayuda que
nuestros bastones y las plantas de nuestros pies.
Y si esto es verdad, como lo es, basta ya de darle
ejercicio a la pluma, y dejémonos llevar por el viento favorable que nos sopla,
que nosotros nos entendemos, y si no ahí está Dios que seguro nos entenderá,
pues dicen que Él es entendedor de todas las cosas.
A José García Lanciano.
Sin él la marcha no sería lo mismo.
Su grácil voz,
su buen saber,
su fácil retórica
y su gran sentido del humor
hacen que los días en la sierra
se llenen de contento y alegría.
Mal empezamos la XXI edición de la Marcha Nerpio
Alcaraz.
Antonio y Gerardo, autores del librillo de presentación,
le pusieron a Sigfredo una marcha menos de las que en realidad había cumplido.
¡Menudo cabreo pilló! ¡Cómo si él no supiese cuántas
son cinco y dónde le aprieta el zapato!
Pero como error confesado, error perdonado, y si se
ha de hacer honor a la verdad, hemos de decir que Sigfredo, con la edición
recién acabada, ha terminado ya once marchas.
¡Ahí es nada!
Bueno, como rectificar es de sabios, por lo menos
eso dicen, ya está hecha la rectificación. Ahora ya podemos ponernos en camino
por esos montes de la sierra de Albacete.
Nos desplazamos a Nerpio el sábado 29 por la tarde
para no tener que darnos el madrugón al día siguiente. Así también podíamos
conocer el Parque Cultural de Nerpio desde El Molino, edificio del Centro de Interpretación
de este parque. Pero no había luz en el salón que servía para tal conocimiento,
por lo que tuvimos que dejarlo para tiempos mejores.
La noche la pasamos en el gimnasio, bien limpio,
aunque echamos de menos algo de calor. También echamos de menos un número mayor
de mujeres participantes. Sólo cuatro se atrevieron a intentar la aventura,
finalizándola todas ellas.
El desayuno en la Fonda Los Nogales fue con
chocolate, tortas de nueces, bizcochos y, por supuesto, unas copas de orujo
para aclarar el entendimiento de los caminantes.
Aún recuerdan algunos la primera vez que vinieron a
Nerpio y preguntaron a un lugareño por la Casa Consistorial.
—Quiá —respondió— antes nos apañábamos aquí, pero
ahora nos tenemos que ir a Calasparra.
Imaginamos que debió imaginar que le preguntamos por
otra cosa, y eso debió entender él.
Tras hacer las fotografías de rigor en la fuente de
la Capra Hispánica y hecho el bautismo de los más novatos, emprendimos el
camino de Los Chorretites, por donde llegamos hasta el emblemático Plantón del
Covacho.
Cinco siglos de historia ha visto pasar este coloso
de madera, plantado junto a un aprisco, construido en un pequeño covacho. Este
árbol es propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que lo
compró cuando su propietario lo intentó vender a una empresa maderera. De esta
forma se evitó su transformación en algún aburrido mueble de hogar, como así
vimos hacer a un par de leñadores en La Dehesa con otro enorme nogal.
En la fuente de Camarillas, donde hacemos el alto
del almuerzo, vemos a un pastor ritear a sus ovejas, intentando llevarlas al
redil con su perra Mina.
—Anda ya pallá, Mina. Rialá, rialá. Andalá ya,
Minaaaa.
Es curioso ver a este personaje con estas razones
pastoriles, llevando una horca en la mano y dos palos cruzados con un hacha en
la espalda, sujetos todos ellos con un cinturón. Lo que no sabemos es si tales
instrumentos los pretendía usar como armas defensivas u ofensivas. Igual era el
mismo Neptuno, salido de las aguas del pilón con su tridente en la mano, o la
encantada de la fuente de Camarillas convertida en pastor. Esta encantada,
dicen, se aparecía a los viandantes la mañana de San Juan, aunque no todos se
lo creían.
—Rialá, rialá, mialá Mina. Anda pa ella —decía una y
otra vez el pastor, intentando gobernar a su perro y a su hato de ovejas. Pero
el animal estaba más pendiente de un trozo de pan que le había arrojado Nuria,
que de sus ejercicios de perro pastoril.
Ya se sabe, el hombre propone, Dios dispone y la
mujer descompone.
—¿Qué monte es aquél de las antenas? —pregunta
Lanciano.
Alguien le responde que Mingarnao, situado encima de
Nerpio.
Al dejar atrás la fuente vimos una oveja que se
asomaba por una puerta partida. Hubiese sido la foto ganadora del concurso,
pero cuando quisimos dispararla el animal se escondió en el interior de la
vivienda.
Sin duda hubiese sido la fotografía ganadora del
concurso la escena que contemplaron los participantes de la XVIII marcha hace
tres años. Un hombre ya mayor estaba haciendo sus necesidades, con todas sus
posaderas al aire, junto al camino y ni se inmutó cuando pasaron junto a él
todos los caminantes. Sólo se limitó a responder a los buenos días que se le
daban y a seguir con sus funciones de evacuación.
Querría quizás emular a aquella Serafinis de los antiguos.
De ahí el dicho de “Serafinis que te caguis.” Serafinis tenía la extraña
costumbre de realizar estos menesteres en los sitios más inverosímiles: cruces
de caminos, sobre las piedras, en la puerta de los cortijos... La mujer marcaba
su territorio como si de un zorro se tratase. ¡Hasta encima de un árbol se cagó
una vez!
—¡Que no leche! ¡Que no! ¡Que roturar no es labrar!
—se escucha comentar a alguien— Roturar es talar la arboleda y a labrar se le
llama arromper la tierra. ¡Anda ya, ahí va esa canción!
Las mocicas de Góntar
bajan al río,
a quitarse las liendres
del totovío.
Debajo de nosotros aparece la torre del homenaje del
castillo del Taibilla, cerca de Pedro Andrés. Más lejos se ve el estrecho por
donde queda la Solana de las Covachas y más al fondo la Sierra de las Cabras,
con el Cagasebo, que para el que no lo sepa es la máxima elevación provincial.
Por la Rambla de los Calderones subimos hasta el
collado del mismo nombre, donde vemos a Lanciano que saca un plano hecho
pedazos. Con esos trozos de papel no hay forma de saber donde está el Norte, ni
el Sur, ni na de na.
—Lanciano, ¿cómo era la copla esa que cantabas el
año pasado?
No hay árbol como el nogal,
ni fruto como el madroño,
ni cosa que ajuste más
como lo que yo me sé en el coño.
¡Viva Pérez de Guzmán!
Por el Cordel de Hellín giramos hacia la izquierda
buscando la finca de Jutia. Vemos al fondo La Sagra, en la provincia de
Granada, y al lado La Guillemona. El camino de la derecha conduce hacia Prado
Redondo y Yetas, aunque nosotros giramos hacia la izquierda. Al lado del camino
queda una sabina albar de cuatro pies, a la que Eduardo bautiza con el nombre
de Sabina Tetracera.
Junto al enorme enebro oxicedro situado en la
entrada de la finca de Jutia hacemos un alto, pues allí nos espera José Luis
con el coche de apoyo. Toda la finca de Jutia está vallada, a pesar de sus
grandes dimensiones. No hay quien entienda eso de poner barreras al campo para
impedir el paso por los caminos que siempre han existido. Habría que obligar a
la Administración a hacer cumplir las leyes al respecto, que haberlas haylas.
¡Seguro!
Tras haber atravesado los grandes campos de cultivo
de Jutia nos detenemos en el collado de La Sarna a comer. A Sigfredo le ha
tocado el tocino rancio de los trozos que repartió Gerardo entre los sherpas y
no veáis la que lía el hombre.
—¿Cuánto queda para llegar a Góntar? —pregunta Luis.
—Dos horas y media —responde Sigfredo.
—¿A que no queda tanto, Antonio? —dice de nuevo
Luis.
—Yo no discuto con Sigfredo —continúa Antonio—. Ya discutí
con él sobre planos hace dos años y tuve que coger las de Villadiego. Si
Sigfredo dice que quedan dos horas y media es que quedan dos horas y media.
Además, ya conoces a Sigfredo y sabes que es hombre de flacos discursos, pero
más terco que una mula. Si Sigfredo dice pares han de ser pares, aunque sean
nones.
Y efectivamente, Sigfredo tuvo su atino y, después
del salto de la valla de Jutia y tras un ligero despiste de Gerardo, que se
sintió tentado por un barranco, llegamos a Góntar dos horas y media después por
el Barranco del Boquerón, pasando bajo la cueva del Nogueral y la fuente de los
Caravacas.
Algunos tienen la suerte de ver como hacen
aguardiente unos paisanos. Gerardo recuerda a unos hombres que hace unos años
también lo fabricaban en un lugar, que no vamos a decir porque no viene a
cuento.
—Les preguntamos a aquellos hombres —dice Gerardo—
si analizaban el aguardiente que salía del alambique.
—Sí, claro que lo analizamos. Conforme va saliendo
lo vamos catando —le respondieron.
En ese mismo lugar, en la casa donde dormían, le
preguntaron a una señora por el baño.
—No os "precupis" —les dijo— yo os traigo
un perico.
Y apareció al rato con un orinal.
—Tontos, tontos, tontos, no eran los de aquel pueblo
—dice Gerardo de nuevo— pero medio tontos tos.
Y es que la carrera del tonto se aprende pronto, y
quien tonto va a la guerra, tonto vuelve de ella.
La cena en Casa Pedro estuvo deliciosa, con unas
habichuelas morunas con trigo que quitaban el "sentío." Muchos fueron
los que repitieron y se fueron a dormir a las escuelas nuevas con la barriga
bien llena. Más de diez horas hay que estar cocinando tan suculento guiso,
compuesto de judías, trigo, espinazo, jamón, pata y morcilla de cerdo, entre
otros simples, para que tenga este
sabor tan exquisito.
Al pasar Valladolid
me acordé de tu retrato,
al ver una morcilla
pinchada en un plato.
Remaneció el día nublado, por lo que barruntamos que
iba a llover, como así fue la verdad, durante todo el día.
Hemos hablado en Góntar con el maestro, Abel
Martínez, quien tiene sólo tres niños en el colegio. Nos dice que Góntar posee
en sus alrededores numerosos yacimientos arqueológicos, aunque no nos quiere
citar ninguno por temor a que los demos a conocer y algún desaprensivo se
dedique a expoliarlos. De hecho muchos de ellos ya han sido salvajemente
destruidos, como unas pinturas rupestres que aparecieron en el barranco del
Boquerón, precisamente por donde hicimos el descenso a esta aldea el día
anterior.
Nos habla también del trabajo sobre la toponimia de
los pueblos que está haciendo Pepe Reyes, presidente del Grupo Yeste.
Precisamente Góntar viene del árabe "Noqtar", que significa gota de
agua, nombre puesto por los moros gontarinos, aunque no sabemos qué leches de
moros eran esos. En castellano antiguo se transformó en "Guttar", con
el mismo significado, y de ahí a su apelativo actual.
Luis se levantó despistado ese día, rutando entre
dientes y con el entendimiento algo nublado. (Para que nos perdone por meternos
con él no contaremos su romance con Lola).
Primeramente había perdido el dinero, que llevaba
envuelto en un pañuelo. Cuando lo encontró entre unas bolsas se dio cuenta de
que había perdido entonces la dentadura. Pero como por el hilo se saca el
ovillo pensó:
—La habré dejado junto a la fuente, pues ayer la
estuve lavando.
Finalmente le apareció en el bolsillo de su forro
polar.
El desayuno en Góntar, al igual que la cena, estuvo
exquisito. Hubo bizcocho y buñuelos de calabaza de pierna pobre, un compuesto
de calabaza, que con tal nombre llaman, mezclado con harina y rebozado con miel
tras su fritura.
Por El Collado, uno de los núcleos de Góntar, nos
dirigimos hacia el collado del Jaral, pasando junto a la tinada de Enmedio, una
construcción en ruinas. Abundan las jaras y los jaguarzos por el sitio, de ahí
su nombre. También hemos descubierto algunos durillos, torviscos, madroños y
coronillas de fraile.
Desde ahí nos desviamos hacia la tinada del Pino
Mojón, para llegar al puente de la Herradura y cruzar el río Segura. En
Parolix, bajo unos balcones, debido a la lluvia, almorzamos como podemos.
Es obligado mencionar en Parolix a Lino González, un
hombre fallecido hace ya unos años. Este hombre era un gran conocedor de los
yacimientos arqueológicos de la zona, aunque algunos opinan que su interés era
“muy interesado”, pues se dedicaba a expoliar los yacimientos que descubría. De
todas formas no es momento de levantar los fantasmas del pasado para manchar la
memoria de los muertos y preferimos pensar que el interés de Lino no era
lucrativo.
Por La Era subimos en busca de La Muela, por cuyos
pies vamos a pasar, para llegar a la almazara que hay junto al arroyo de
Alcantarilla o de la Peña Palomera.
Manu y Alfonso, los seteros de la marcha andan uno
tras otro, todo el día cogiendo setas. El primero las recoge con fines
culinarios y el segundo para luego estudiarlas y hacer su dibujo en una
libreta.
Hemos visto algunas estrofarias, setas con un
pequeño anillo en el pie y con la cutícula amarillenta. Hay clitocibes, setas
que pueden llegar a producir trastornos intestinales y lepiotas pequeñas, setas
cuya ingestión puede producir la muerte. Estas últimas presentan un anillo
alto, las láminas abiertas y tienen un engrosamiento en el pie. El sombrero es
blanquecino, con escamas pardas, y es ligeramente cónico.
También hemos podido hallar alguna seta de cardo, la
seta de los caballeros, pies de perdiz, níscalos, pejines, macrolepitas y sobre
todo negrillas, muchas negrillas, setas que abundan en gran manera por estos contornos.
Desde el collado, poco antes de comenzar la bajada
hacia el arroyo de Alcantarilla, se pueden ver ya las casas de Plañel y más
abajo las de Ladonal.
Una vieja y una burra
se fueron a Ladonal,
la burra se tiró al río,
la vieja se echó a llorar.
Como quieres que te quiera
si ya no me quieres ver,
si ya no me quieres ver
ya no te puedo querer.
Una mujer y una burra
se la echaron a correr,
a correr ganó la burra,
pero a burra la mujer.
Más arriba de la almazara se encuentra el molino de
Alcantarilla, que se encuentra en pleno funcionamiento. También hay un criadero
de truchas que luego utilizan para repoblar el Segura. De ello se encarga José
González, que es el guarda del coto de pesca que existe en el río. En cierta
ocasión nos contó que una nutria lo llevaba por el camino de la amargura, pues
se colaba en los pilones de truchas y daba buena cuenta de ellas.
En Plañel, adonde llegamos por una senda que sale
desde la misma almazara, hacemos el alto de la comida, antes de dirigirnos
hacia las casas de Plañelejo. Antes de llegar a ellas bajamos hasta el arroyo
por una pequeña senda que nos va a subir hasta el collado de la Fuente del
Pino. Las casas de Las Conchas, La Tenadica, Las Parideras, La Tobica y
Majalasmozas quedan a la izquierda de nosotros, todas ellas ya abandonadas.
Por encima de estas casas se encuentra Rincón
Cavero, donde viven nuestros amigos Angelita, Domingo, Cristina y Ceferino.
Antonio, Luis, Juan, José Andrés y Lola deciden salirse del grupo e ir a
hacerles una visita y probar la mistela, el aguardiente y los mantecados que
ellos mismos fabrican. Angelita es además gran amante de los libros, con los
que disfruta en algunos ratos que pasa con sus ovejas, y de contar historias de
la sierra como aquella leyenda de un pastor que nos contó en cierta ocasión:
Estando yo en la mi choza,
pintándola mi cayada,
las estrellas iban altas
y la luna rebajada.
Mal burrean las ovejas,
no paran en la majada,
vide venir siete lobos
por una oscura cañada.
Venían echando suertes,
¿cuál entrar en la majada?
Le tocó a una loba vieja,
cana y parda,
que tenía los colmillos
como puntas de navaja.
Dio tres vueltas al redil,
no pudo sacar nada,
a la otra vuelta que dio,
sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra,
nieta de la oreguisada,
la que tenía mi amo
para el domingo de pascua.
Aquí mis siete cachorros,
aquí mi perra trajullana,
a correr tras de la loba;
si me cobráis la cordera,
cenaréis leche y hogaza
y si no me la cobráis
cenaréis en mi cayada.
Los perros tras de la loba,
las uñas se emijaron,
la corrieron siete leguas,
por unas sierras muy agrias.
Al subir la cota Rita,
la loba ya va cansada,
tomar perros la cordera,
sana y buena como estaba.
No queremos la cordera
de tu boca lobasada,
que queremos tu pelleja
pa mi amo unas zamarras,
de tu cabeza un zurrón
para guardar las cucharas,
de tus tripas las viruelas,
para que bailen las damas,
y de tu rabo unas correas
pa que se sujeten las bragas.
Desde el collado baja una senda hasta otro cortijo
también llamado La Tenadica, por donde llegaremos a La Era. Luis nos cuenta por
el camino sus aventuras como teniente de Infantería de Marina. Dice que tenía
un machaca que se llamaba Facundo, que le conseguía todas las mujeres que
quería. ¡De tres en tres se las traía! Claro que luego le reclamaba los
correspondientes permisos por ahorrarle la labor de ligue.
El castigo que se imponía a la tropa era el de
mandarlos al palo mayor a pescar. Por supuesto que no había forma de capturar
un pez desde tales alturas, por lo que estaba allí hasta que el mando
correspondiente tuviese voluntad. En cierta ocasión había castigado a un
soldado con tal arresto y sobre las tres de la mañana, considerando que ya
había tenido bastante, se dirigió al palo mayor a levantarle la sanción. La sorpresa
que se llevó cuando vio que el castigado se estaba aliviando contra el palo
mayor fue tremenda. Claro que peor fue la del chaval que un poco más y se cae
de cabeza.
Ya en Arguellite, después de tomar unas cervezas,
daremos cuenta de un delicioso arroz caldoso antes de irnos a dormir a las
escuelas viejas, tan juntos unos de otros que ni rebullir podíamos. Otros más
afortunados dormirán en cama, bien calientes, esperando la dura subida al Calar
de la Sima del día siguiente.
También hemos de decir que Fernando Jiménez y
Francisco Javier no han podido con la pesada carga de las mochilas y con el
duro caminar por la sierra y han abandonado. Ni el bálsamo de fierabrás habría
hecho el milagro de ponerlos en camino de nuevo. Seremos, por tanto, dos menos
a partir de ese día. Antes de irnos a dormir nos tomamos una queimada,
realizada de buena forma por Santiago. Más de dos, o tres, o cuatro orujos se
metieron algunos entre pecho y espalda. Así pasó, que luego no encontraban el
camino de las escuelas.
Estoy borracho perdío
que no me puedo tener,
échame una copa más
que me acabe de caer.
Estuvo cenando con nosotros la noche anterior
Hilario y su mujer Leonor. Para quien no lo conozca diremos que Hilario es un aguardentero
con clase, de reconocida reputación. También tiene la memoria bien llena de
cosas y nos cuenta, mientras cenamos, sus años mozos en la sierra, cuando aún
labraba con los vacos en los piazos de Plañelejo. Los bueyes eran más
utilizados que las mulas para labrar la tierra, pues se adaptaban mejor a los
terrenos empinados. Las mulas, sin embargo, se utilizaban para viajar de un
lugar a otro.
Trabajó también en el aserradero de Tus. Era una
fábrica con siete sierras de vapor que perteneció a Joaquín Pallís, secretario
del Conde de Romanones, según nos dijo. Más tarde fue a trabajar a Bilbao en
una empresa que se dedicaba a hacer túneles, posteriormente a Mallorca, en un
hotel, y finalmente a Andorra en la construcción. La fresa y la vendimia en Francia
también le hacía pasar grandes temporadas fuera de su hogar y lejos de su
familia, como así tuvieron que hacer muchos habitantes de la comarca para poder
sobrevivir.
Ahora recuerda con nostalgia aquellos años de
trabajo en el extranjero y nos dice que le han quedado doce euros de pensión de
sus trabajos en Francia y otros doce de Andorra.
Se dedicó a la elaboración de aguardiente cuando su
mujer heredó la alquitara de sus padres. Sus otros dos hermanos heredaron la
casa y la máquina de coser respectivamente.
Se conoce a la perfección todos los lugares de los
alrededores. La fuente de la Encantada en La Solana, el Calar de la Sima, la
sima de la Solana del Chucho, Los Voladores, etc. De estos últimos nos dice que
el Volador de Arriba perteneció a Juan José, el del Medio al Tío Andrés y el de
Abajo a Manuel. También conoce la leyenda de las brujas del cortijo de Las
Armadillas, cercano a Los Voladores, donde dicen que se juntaban a realizar sus
hechizos. E incluso explica que decían antes de salir volando las siguientes
palabras:
"Guía, guía, sin Dios ni Santa María"
En una ocasión, cuenta Hilario, a una bruja se le
olvidó decir la susodicha frase y en cuanto emprendió el vuelo cayó a tierra.
La gente que las veía, por el contrario, debían
pronunciar las siguientes palabras para protegerse de estos diabólicos seres:
"Guía, guía, con Dios y Santa María"
También nos cuenta con sus ojillos de murciélago que
el día de San Juan la gente se ponía de espaldas a sol y si no veían su sombra ya
podían hacer testamento, porque ese año iban a morir.
Hilario es un hombre muy afable, como toda la gente
de la sierra, muy abierto a la gente de fuera. Hace poco más de un mes lo
estuvimos visitando y llegó incluso a sacar su burra blanca, Paloma, para que
nos diésemos una vuelta por la aldea.
Era todo un espectáculo ver a Gerardo caballero
asnalmente, subido a lo sanchopancesco a lomos de Paloma, que se dejaba llevar
dócilmente!
¡Si Sancho Panza levantara la cabeza!
Por el arroyo de Los Prados subimos hasta la aldea
del mismo nombre. Es una verdadera gozada disfrutar de los campos completamente
nevados; la sierra aparece vestida con su más bonito traje. Al otro lado del
río Segura se ven Los Chorreones, con el cerro donde están ubicadas las antenas
repetidoras.
—¿Qué cerro es aquél, Lanciano? —pregunta alguien.
—Mingarnao, sin duda alguna —responde Lanciano.
Topamos en Los Prados con Antonio Elbal, un viejo
conocido que encontramos en cierta ocasión mientras cogíamos setas. Llevábamos
una bolsa bien llena, pero después de revisarla nos la dejó casi vacía, pues
casi ninguna era comestible. Este hombre nos pregunta hacia dónde vamos y al
hacerle saber que al Mentiras nos dice que estamos locos.
Nos cuenta aquella ocasión en que cayó un nevazo de
más de un metro y los hombres de la aldea tuvieron que subir al Calar de la
Sima a rescatar unas reses que habían quedado aisladas por la nieve.
—Entonces no teníamos el calzado que hay ahora —nos
dice—. Sólo existían las esparteñas con las que se marchaba a todas partes. Fue
una pena ver llegar a aquellos hombres del monte. Muchos de ellos habían
perdido el calzado y llegaban con los pies casi congelados. En aquellos años sí
nevaba de verdad, no como ahora que apenas caen unos copos.
Por la solana de la Molata del Imperio llegamos, con
mucha dificultad, y muy lentamente, pisando siempre donde han pisado los que
nos preceden, a la Horquilla de la Pinea. La nieve lo cubre todo y es una
auténtica gozada disfrutar de ella y del magnífico día que hace. Por la cresta
de la llamada Cuerda de las Víboras llegamos hasta el Mentiras, aunque ya no
tenemos tan claro que se llame así.
Según los lugareños ese pico siempre se ha llamado
el pico de la Bandera, porque hubo antiguamente una bandera en su cima. El
Mentiras sería, según ellos, la cumbre que se encuentra unos 500 metros más al
Sur, antes de llegar a la Peña Palomera. Pero nosotros siempre le hemos llamado
Mentiras, por tanto no vamos a cambiarle ahora tal denominación.
Con algunas caídas, que a más de uno le hace sentir
la aguda caricia del cojín de monja, nos dejamos caer hasta la enorme sima que
da nombre a todo el calar. Estos fenómenos geológicos (simas, cuevas, torcas,
lapiaz, etc.) se forman por la disolución de la roca caliza al caer sobre ella
el agua de lluvia.
Estas rocas, formadas casi exclusivamente por
carbonato cálcico, restos orgánicos de millones y millones de seres que
vivieron en un mar que cubría estas sierras hace unos treinta millones de años
(el mar de Tetis) son insolubles en agua pura. Pero el agua de lluvia está
cargada de dióxido de carbono, que reacciona con el carbonato cálcico
produciendo bicarbonato cálcico, muy soluble en agua. Así con el paso del
tiempo el agua va desgastando las rocas con sus poderes químicos y crea estas
impresionantes formas.
Y hecha la plática seguimos con lo que nos ocupa,
que no es ni más ni menos que seguir describiendo la etapa correspondiente.
Dentro de la sima podemos descubrir algunas especies
botánicas, como, los eléboros fétidos, la lengua de ciervo, el torvisco macho,
el rosal silvestre y algunos tejos. Este árbol, aparte de la taxicantina, el
taxol y la efedrina, contiene un potente tóxico llamado taxina, que afecta al
sistema nervioso y al corazón, paralizándolo en pocos minutos si la dosis
ingerida ha sido excesiva. Laguna decía que este árbol tenía un veneno que “muy
pronto despacha”, aunque Plinio decía que “puesto un clavo en su tronco le
quita todo mal.”
Desde luego nosotros somos más partidarios de pensar
lo que decía el primero, que no el segundo.
Desde la sima seguimos hacia el camino que lleva a
los corrales del Cerro de la Lobera. Por el chozo de Pablo nos desviamos hacia
el cortijo de Pradomira, y desde él tomamos una senda que nos conduce hacia
Collado Tornero.
—Antonio, ¿cómo se llama ese pico? —pregunta
Lanciano.
—El Puntal de la Escaleruela.
Al rato Lanciano vuelve a hacer la misma pregunta
con lo que cree ser otro puntal diferente.
—Coño Lanciano, que ya te lo he dicho. El Puntal de
la Escaleruela.
Seguimos bajando hacia el valle y de repente el Puntal
de la Escaleruela, que ha permanecido cubierto por el Puntal de Collado
Tornero, vuelve a aparecer ante nosotros.
—Y ese pico, ¿qué nombre tiene? —vuelve a insistir
Lanciano.
—Erre, que erre Lanciano —dice Antonio— es otra vez
el Puntal de la Escaleruela.
—No digas gilipolleces, cómo leches va a ser eso
otra vez el Puntal de la Escaleruela, si ese estaba más atrás.
Lanciano disfruta del atardecer, aunque no sea un
genio en esto de quedarse con los nombres de los montes. Se siente inspirado por
las musas de la sierra y comienza a disertar sobre los atardeceres y las
puestas de sol.
—El silencio, —nos manda callar a los que vamos con
él— no hay nada como disfrutar del silencio de la tarde en plena naturaleza. Es
mejor disfrutar del atardecer que sentir un orgasmo.
Vamos que prefiere irse a ver una puesta de sol que
echar un buen polvo.
En verdad el silencio de aquellos valles era tan
profundo que casi se llegaba a oír.
Un paisano de Collado Tornero le dice a Lanciano que
lo que señalamos como Puntal de la Encomienda se llama el Puntal del Puerto y
que la Cuesta de las Peladillas se encuentra debajo del Poyo de Cotillas.
¡Nos ha roto todos los esquemas!
—¡Joder, ya no pregunto más, me van a volver loco!
Vemos como hacen aguardiente en una de las últimas
casas y como una mula se asoma por la ventana como queriendo saludarnos.
Mientras la tarde se va enlutando, el rumor de las aguas sonoras del arroyo de
los Marines nos lleva en volandas hacia el camping de Tus, donde nos espera una
buena ducha, unas frías cervezas y un riquísimo guiso de costillas, acompañado
de un potaje bochero antes de entrar en sueños y dar por finalizada esta
tercera etapa de la Marcha Nerpio Alcaraz.
Este es el rap, el rap
de la Nerpio Alcaraz.
Cuatro monitores tiene la Nerpio Alcaraz
Sigfredo, Antonio, Paco y Gerard.
Sigfredo siempre duerme al raso,
pues su ronquido es un caso,
Antonio en cinco minutillos
nos quiere subir a todos los piquillos.
Paco, ¿cuánto falta para llegar?
Un día exagerando, una hora sin exagerar.
Este es el rap, el rap
de la Nerpio Alcaraz.
El benetérico con las botas parece un novato,
se le ha la puesto negra la uña del pequeñazo,
el guitarrista parece no haber nunca roto un plato,
hasta que con “una mujer y una mula...”
la garganta afina.
Me duele la garganta y tengo ampollas,
andar no puedo.
A lo que el doctor responde:
—te doparemos con ibuprofeno.
Memes y Nuri con sus trastadas no cesan,
parecen sores, pero son unas diablesas.
Este es el rap, el rap,
de la Nerpio Alcaraz.
Los micólogos, las setas no paran de recoger,
el resto, muy agradecidos, no dejan de comer
caldito, panceta y otras cosillas.
El Noguero pequeño como nos mima,
los roncadores poneos lejos de Juan Carlos,
por la noche como ronquéis os muele a palos,
su novia, Rosa, se queja de las bajadillas,
la muchacha luego anda como una muñequilla.
Este es el rap, el rap
de la Nerpio Alcaraz.
TUS SILES
Somos ya, según los censos, más de cuarenta y dos
millones y medio de personas las que vivimos en España. Claro habría que sumar
los ilegales, que ya son unos cuantos y no figuran en censo alguno.
La tierra se calienta, dice la radio esa mañana. El
hombre contribuye a ello en gran medida con las emisiones de dióxido de
carbono, pero también la naturaleza tiene algo que ver en el asuntillo.
Un caníbal se come a un amigo que había conocido por
Internet. Lo bueno es que lo conoció por una noticia que puso en la red, en la
que solicitaba a una persona que se dejase comer. Según cuentan le cortó
primero el pene, antes de matarlo, y los dos juntos se lo comieron. Después lo
degolló y lo descuartizó, guardando las partes en la nevera. Como diría el
principito de Antoine de Saint-Exupéry:
¡Qué extrañas son las personas mayores!
La mañana ha comenzado algo ajetreada con unas
cuentas matemáticas. Un economista, un funcionario, un militar y un ingeniero
se han encontrado con la ardua tarea de desglosar el siete por ciento de IVA de
la factura de 540 euros que nos presentaba Emilio, en la que ya estaba incluido
ese IVA.
José Andrés decía que era muy sencillo, bastaba una
regla de tres, idea que compartía Luis. Claro que no tenían en cuenta que
entonces hallarían el siete por ciento de una cantidad a la que ya se había
sumado ese siete por ciento. La cifra enigmática se escondía en la cantidad a
la que se le había aplicado ya ese siete por ciento, que resultaría de la resta
del siete por ciento a 540. ¿Nos explicamos?
Antonio proponía un sistema de ecuaciones con tres
incógnitas. La X sería la cantidad a la que se le aplicaba el siete por ciento,
la Y ese siete por ciento y la Z la suma de las dos. Luego por la regla de
Cramer con unas matrices y unos determinantes se sacaría el resultado.
Como ninguno de los cuatro entraba en sus trece ni
en sus catorce y Emilio decía también que era muy fácil (sólo bastaba, según
él, multiplicar por siete y dividir por cien) decidieron hacer mutatio caparum
y buscar la solución por la tarde en el bar con unos vasos de orujo en las
manos. Además había que tomar la derrota de Siles, pueblo que quedaba a varias
leguas de distancia.
Se nos unieron en esta etapa nuestros amigos los
bomberos, entre ellos Tasio, fogonero mayor, por ser el encargado de realizadas
las queimadas nocturnas, tarea que últimamente viene haciendo con gran acierto Santiago,
y quien hizo a José Luis la siguiente dedicatoria:
Por un día la Queimada
La quiero yo dedicar
Al Sr. Noguero chico
Por su caldo sin igual.
Sin igual es este hombre
Que desde Nerpio hasta Alcaraz
Nos cuida como a sus hijos
Con cariño y Amistad.
Después de dicho lo dicho
Y para no aburrir mas
Un Galáctico Total.
Deseando que mas años
Nos pueda acompañar
Salimos dirección Collado Tornero, hasta llegar a
las últimas casas de Vado de Tus, introduciéndonos por una senda que se utiliza
para ajorrar pinos. Una zona con numerosas jaras pringosas y alguna estepa nos
lleva a unas antiguas zonas de cultivos, poco antes de llegar al arroyo de los
Marines.
Arroyo arriba llegamos al camino que viene de
Lagunicas y Los Barrancos y se dirige hacia La Lastra, cerca de cuyas casas
cogeremos una pequeña senda, que formaba parte del antiguo camino de Yeste a
Siles. Esta sendilla, bien afirmada con ribazos de piedra, nos sube al Collado
Blanco, situado junto a la piedra que llaman La Polla. Desde este collado se
ven unas vistas increíbles de todo el Hueco de Tus y del Calar de la Sima.
Preciosas van a ser también las vistas que vamos a tener a partir de ahora,
pues siempre seguiremos caminando por encima del río Tus, que queda muy por
debajo de nosotros, sumido en un profundo desfiladero.
La travesía del Estrecho del Diablo es una
maravilla, con unas vistas increíbles del cañón que forma el río y del Calar de
la Sima, pintado por completo de blanco nieve.
Juan aprovecha para contar el chiste del nuevo
puticlub de su barrio, en el que pusieron como oferta de apertura el polvo y la
cerveza a tres euros. Un amigo suyo que fue al estreno dice que llegó allí y la
única puta que había era la Paca. Pero esta meretriz le dijo que tenía el
problema de no tener clítoris.
—Da igual —dijo su amigo— si yo sólo bebo Mahou.
Ya en La Nava nos encontramos metidos en el Calar
del Mundo, dirigiéndonos a continuación hacia la Plaza de Toros, situada cerca
de Pozo Romero. Este lugar de la Plaza de Toros era utilizado para cargar las
reses bovinas que por aquí se crían en camiones, que es como ahora se hace en
muchos lugares la trashumancia. O bien para conducirlas directamente al
matadero.
Los sherpas, a partir de aquí, realizan una extraña
maniobra y hacen dar al personal un paseo circular por la nieve, pues el
Diablo, que todo lo añasca, debió ponerles alguna zancadilla para confundir su
camino.
Antonio recuerda aquellos versos de Machado de la
tierra de Soria:
Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.
Finalmente, llegamos a la laguna de Bonache, también
llamada laguna de Siles, laguna de las Ranas o simplemente La Laguna. Nos
detenemos junto a un pino negral, desde el que vemos el ponor o sumidero por
donde el agua almacenada en este poljé, en el que se encuentra la laguna,
penetra en el interior de la tierra. Éste, y muchos otros sumideros como son
las torcas, irán llenando poco a poco las bolsas subterráneas de agua del Calar
del Mundo que luego aflorarán en multitud de fuentes y manantiales.
Lola, la pobre, se lleva unos revolcones por la
nieve, e incluso le atizan con una bola en el ojo. Ni siquiera Luis acudió a
ayudarla (que conste que no queremos hacer referencia a su romance con ella.)
¿Qué es aquello que reluce
en lo alto el campanario?
Son las tetas de la Lola
que está cantando el rosario.
En media hora llegamos al Pozo de la Viuda, donde
hacemos el alto del bocadillo. Por aquí nos hubiésemos dirigido por una senda
hacia la cueva de San Blas, pero la nieve lo cubre todo y es fácil que la senda
esté borrada por el manto blanco. Por ello decidimos seguir hacia la pista que
sube desde Siles hasta Pozo Romero, que fue la que pretendimos coger en la
Plaza de Toros.
Todo el paisaje está cubierto de nieve. Los árboles
aparecen combados por su pesada carga, algunos de ellos partidos por el peso.
Los enebros parecen figuras fantasmagóricas con sus brazos abiertos, como
queriéndonos meter miedo antes de llegar a nuestro destino. Los escaramujos,
con sus tonos carmines, contrastan notablemente con ese blanco níveo. Las
clemátides ofrecen la visión de sus extraños frutos blancos, semejantes a
pequeñas arañuelas, y del suelo apenas asoman algunos pétalos de las flores
verdosas de los eléboros.
También se pueden ver algunas coscojas, arbustos con
las hojas brillantes y con bordes recortados en agudos dientes, coronados por
una espina. Las hojas de la coscoja se parecen a los rebrotes que las encinas
hacen bajo el árbol, pero éstas presentas las hojas más pálidas, sin brillo
alguno, y con el envés blanquecino. Son también muy espinosas, para impedir así
que sean devoradas por el ganado.
Todo este territorio pertenece al Parque Natural de
Cazorla, Segura y las Villas, que con sus 214.300 hectáreas es el espacio
protegido más amplio de España.
—Mira que carrasca más grande —dice Lanciano.
—Que no Lanciano, que no te enteras —dice Antonio—.
Tanto repetir el año pasado aquello de quejigo que no melojo y aún no sabes
distinguir un quejigo de una carrasca.
Por la pista forestal llegamos hasta Los
Colladillos, por donde cogemos una senda, por la que marchando, marchando
bajamos hasta Siles.
A la marcha, marchantes,
que hay mucho frío,
mucha cuesta parriba,
tos van jodíos.
Y si vas a la marcha,
no te recates,
que entre pedos e insultos,
tos van palante.
Al llegar a las primeras casas saludamos a un
paisano que a su vez nos saluda y nos dice bastante avispado:
—¡Aybuaá, releches, si pensé que erais olivareros!
Pasamos la noche en el Salón de Usos Múltiples del
Ayuntamiento, después de cenar en el restaurante Siles, donde le gastaron la
putada a Gerardo. ¡Mira que había dicho bien claro que no quería pollo en los
andrajos! Pues le cascaron en el plato dos buenas tajadas, por lo que se tuvo
que conformar con el cabezón de cerdo al horno.
—Gerardo, ¿cómo es la etapa de mañana?
—Corta y llana, corta y llana.
SILES BIENSERVIDA
Manuel Martínez, Manu para los amigos, nos ha
dejado. Ha tenido que marcharse por unos problemas personales, por lo que a
partir de ahora sólo vamos a contar con un setero entre nosotros, Alfonso.
Sigfredo se compró el día anterior en una tienda
unas zapatillas de cuadritex, pero de un número menos que el suyo, por lo que
no se las pudo meter en el pie. Al parecer no se las probó cuando hizo la
compra, pues bien se sabía de coro cuál era la horma de su pie.
¡No veas como se puso cuando comenzó a andar con
ellas; estaba hecho un basilisco!
Salimos de Siles por la carretera de Villaverde de
Guadalimar, aunque enseguida nos desviamos por un camino que nos baja al río
Carrizas. Tras atravesar unos olivares seguimos una pista forestal que nos
lleva hasta el cortijo de las Crucetas, a la derecha de la Cañada del Señor. El
Parrizón, El Capillo y El Sequeral quedan a la derecha, y al frente el Cambrón,
por cuya cara oeste vamos a pasar.
Si no quieres subir al Cambrón
tira por el valle Onsares,
por el Portillo los Perros
llegarás hasta el Pernales.
En un prado, junto al río Guadalimar, el río rojo de
los árabes, corretean unos caballos.
—Cuidado Paco, que ya sabes lo que te pasó el año
pasado en El Masegar con aquel caballo juguetón, que llevaba colgando medio
metro de nabo.
Nos introducimos en la finca del Amo, donde encontramos al dueño que no está por la labor de dejarnos pasar. Acaba de dispersar por el suelo del camino algunos sacos de maíz para atraer a jabalíes y ciervos que abundan por el contorno, pues el sábado van a celebrar una montería, y no le hace gracia que pasemos a pisarlo. Pero viendo nuestra decisión de seguir opta por la diplomacia y dice que si vemos al guarda le digamos que nos ha autorizado él a atravesar la finca.
Por el Collado de Piedra comenzamos a bajar hacia la
fuente de la Dehesa del Oso. Nos desviamos a la derecha por un camino, dejando
otro a la izquierda que conduce al cortijo de la Dehesa del Oso y a Onsares.
Junto a una fuente comenzamos a ascender por una
senda, que atraviesa un bosquete de pinos negrales, que nos lleva a un depósito
de agua. Al llegar al collado vemos unas vistas increíbles del Cambrón,
completamente nevado.
—Lanciano me tienes muy preocupado, que ya no dices
nada —dice Manolo.
—Me gusta caminar en silencio —responde Lanciano.
Este año no nos diserta sobre Diógenes como el año pasado,
ni de ningún otro filósofo. ¡Ay que ver qué ido estaba ese hombre! Vivía
siempre en su tonel, con su bastón y su saco de pan. De vez en cuando, a pleno
día, salía con un farol en la mano buscando al hombre. Aunque las gentes de
entonces decían que era un hombre muy sabio.
Claro que muy sabios han sido otros filósofos y no
se ponían de acuerdo sobre nada. Pero filósofo, no nos confundamos, no quiere
decir sabio; filósofo es aquel que busca el saber, aquel que busca la verdad,
el principio de todas las cosas, su explicación, el origen de la vida...
Sobre esto tampoco se ponían de acuerdo los
filósofos antiguos, pues Tales de Mileto decía que el arjé (principio) de todo
era el agua. Anaximandro, sin embargo, creía que el origen del mundo estaba en
lo indeterminado, en lo inexperimentable. Anaxímenes llegó luego más tarde con
su teoría de que el primer principio fue el aire y Pitágoras, como no podía ser
de otra forma, el número.
Heráclito creyó encontrar lo solución definitiva
para el arjé: el fuego era el único origen de las cosas. Empédocles opinaba que
no era una única cosa el principio, sino cuatro a la vez: el fuego, el aire, la
tierra y el agua. Anaxágoras era de ideas parecidas, pero pensaba que eran
infinitos los principios del mundo.
¡A ver quien tenía razón!
Para colmo allí estaba Diógenes, masturbándose
delante de la gente y diciéndole al rey más poderoso del mundo por aquel
entonces, Alejandro, que se apartase que le tapaba el sol.
Luego los biólogos actuales acaban de apañar lo del
origen de las cosas, pues van y dicen que el génesis de la vida fue una
bacteria procariota anaerobia que, por un extraño misterio del azar, apareció
sobre la tierra hace más de tres mil millones de años.
¡De ahí hasta que el hombre fue capaz de destilar
aguardiente en las alquitaras no se han tenido que andar pasos!
Aparece ante nosotros la Sierra del Relumbrar, más
allá de Villapalacios, que forma parte de las estribaciones de Sierra Morena.
Cerca del cortijo del mismo nombre hay un pequeño bosquete de alcornoques, único
en nuestra peovincia.
—Sierra Morena siempre ha sido tierra de bandoleros
—dice Lanciano a los escuchantes que vamos con él. —Si el Pernales fue el
último bandolero popular, con quien acabó el mito del bandido generoso que
robaba a los ricos para dar a los pobres, Coracota fue el primer bandolero
célebre de la historia. El emperador Augusto puso precio a su cabeza y él tuvo
la osadía de presentarse ante el dueño de Roma para reclamar la recompensa.
Éste, asombrado por su atrevimiento decidió indultarlo y dejarlo marchar en
libertad.
—Coracota había nacido en Estepa, al igual que el
famoso Francisco Ríos, cuna a su vez de otros célebres robadores y salteadores
de caminos, como fueron Juan Caballero, el Lero, y Joaquín Camargo, alias el
Vivillo. Este último bandido llegó a ser picador de toros, aunque tuvo que
retirarse, pues no era capaz de aguantar los abucheos del público
—Una bandolera famosa —continuó Lanciano— fue la
Serrana de la Vera, cuyo campo de acción estaba en esta comarca del norte de
Extremadura. Cuentan que esta mujer capturaba a los hombres para servirse de
ellos sexualmente. Luego, una vez satisfechos sus deseos, los degollaba.
Cualquier hombre valía para cumplir sus propósitos. Para lo que ella los quería
cualquiera sabía tanta o más filosofía que Aristóteles.
¡Por lo menos los últimos minutos de vida de sus
secuestrados eran placenteros!
Hay que señalar que no es lo mismo bandolero que
bandido. Bandolero es aquel que, en unión de varios, forma una partida o
cuadrilla, con el propósito de robar en despoblados o caminos. Bandido es aquel
delincuente, sea bandolero o no, que es llamado mediante bandos o edictos, para
que rinda cuentas a la justicia y elude su comparecencia con la misma.
—Polito, Polito guapo. ¡Qué piernas más esbeltas
tienes!
Por una cerrada umbría, llena de carrascas, con
algún arce, llegamos a Fuente Bayona, donde José Luis nos tiene preparado un
caldo caliente. Claro que primero es preciso hacer cola al estilo mili. El
sitio desde luego es precioso, rodeado de cipreses y de altas cresterías que
deben dar una deliciosa sombra en verano.
Ya cerca de Bienservida, bajando por el arroyo de
los Avellanares, José Andrés señala unos montes y dice que uno de ellos es el
Cerro Vico.
—¿Qué árbol has dicho que es ese? —Pregunta Perico.
Cruzamos el río Turruchel para entrar en
Bienservida. El pueblo está lleno de extranjeros, que han venido a recoger
aceituna, pues es la época de recolección de los olivos. Incluso algún paisano
nos llega a confundir con los aceituneros. Sólo nos hace falta hacernos con
unos buenos palitroques y ponernos a varear la aceituna.
La dormida fue en las viejas escuelas (los que no
vamos de señoritos, claro) y la cena en el hotel Florida, con sopa de pescado,
merluza y flan. La queimada de Santiago dio paso, tras degustar unos chupitos,
a unos chistes y a unas canciones, al son de la guitarra de José Andrés. Ahí va
ésta que cantó el mismo José Andrés, que no hace mucho participó en un grupo
folk:
Quisiera ser guacamayo
y tener plumas azules,
para cagarme en tu padre
sábado, domingo y lunes.
A mi novia le picó
una pulga en la rodilla,
¿cuándo le picaré yo
cuarta y media más arriba?
Son tus pechos dos botellas
de ese vino generoso,
tengo que beber de ellas
si tú quieres, cielo hermoso.
Allá va la despedida
al estilo del Horcajo,
las mujeres panza arriba
y los hombres boca abajo.
BIENSERVIDA SALOBRE
Bienservida es, con Villapalacios y Povedilla, el
último pueblo de nuestra provincia por estas latitudes. Sólo hay que mover un
pie y ya estaremos dentro de Jaén. Los olivos rodean las casas de esta villa,
aunque también se pueden ver pinos y carrascas. Cuenta Bienservida con 858
habitantes, todos ellos ya muy ajetreados cuando vamos a desayunar, pues es
preciso salir presto a coger aceituna. Los olivos se encuentran bien repletos
de aceitunas y éstas no esperan y caerán pronto al suelo si no se las coge.
Llenos todos de pensamientos varios y puestos los
ojos de los andariegos en el cielo, sin buscar otro provecho que el ejercicio
de nuestros pies, salimos buscando el cortijo de los Serafines. ¿Viviría aquí
la Serafinis de las cagadas? Cuando reconocimos esta etapa le preguntamos a un
paisano el camino que conducía a este cortijo y nos dijo que no lo conocía. A
continuación llegó un conocido suyo y le dijo que ¡cómo no lo iba a conocer, si
era suyo!, si era el que había comprado hacía tiempo.
Como Sigfredo, tras esta explicación, y tras
decirles el hombre por donde se iba al cortijo, no estaba muy convencido y
andaba con la mosca tras la oreja, decidió preguntarle a otra persona mayor que
se encontró por la calle. Ésta le dijo que tampoco conocía el camino para
llegar hasta él, pero era muy lógico que no lo supiese, pues el hombre era
ciego.
Sigfredo ni se enteró de esta falta de visión. Él si
que no veía a tres en un burro. Pero bueno, sigamos con lo nuestro y a Dios y
veamos, como dijo un ciego a otro.
Caminando, caminando pasamos junto a unos
arreadores, que estaban vareando la aceituna junto al camino.
Recogiendo aceitunas
se hacen las bodas,
quien no va a la aceituna
no se enamora.
¿Qué tendrán, madre,
para cosas de amores,
los olivares?
Las aceitunas que se varean caen en unas redes que
sirven luego para cargarla en el remolque de un tractor. Pero muchas de ellas
quedan en el suelo y allí se perderán si no son recogidas a mano. Alguien dice
que la gente que se encargaba de recoger la aceituna y demás frutos que quedan
en el suelo después de la cosecha se llaman espigadores. Bueno, en realidad su
verdadero nombre sería el de espigadoras, pues eran las mujeres las que se
encargaban de tal menester.
Tras llegar a un collado los guías de la marcha
debieron encontrarse con algún fauno o silvano de los que abundan por estos
montes, que seguro fue uno de ellos quien equivocó esta vez su camino. Al
cruzar la carretera que lleva al campamento de La Sierra, en lugar de seguir
hacia éste y hacia el cortijo de Lázaro, uno de los que forma La Mesta, Gerardo
hizo una extraña finta a la derecha, como si quisira de nuevo regresar a Bienservida.
Llegamos a poco a un arenero que no venía marcado en el manual, por lo que
llegamos a decir que ¡quién leches había puesto en nuestro camino aquel
arenero!
Pero al poco tiempo se encontró el buen camino para
llegar al cortijo de Lázaro y hacer el alto del almuerzo, que como dice el
dicho “aliquando bonus dormitat Homerus”, que quiere decir que alguna vez se
duerme el buen Homero.
El río de La Mesta riega todo este valle y su caudal
se abastece de muchos otros arroyuelos que nacen de los diferentes barrancos
que rodean el entorno. Uno de estos arroyuelos, por donde subimos hacia el
Collado Valenciano, muestra numerosas cascadas y pozas, alegrando enormemente
la visión de nuestros ojos.
En el Collado Valenciano cogemos una pista a la
izquierda. Por la derecha iríamos hacia El Ojuelo, o bien hacia el collado de
Juan Calabria, junto al que se encuentra el cerro de Agudo. Aquí cuentan que un
hombre de Salobre, llamado Sabino, se encontró con numerosas monedas tras
excavar el lugar. El camino seguiría hasta la fuente de los Colmeneros y la
carretera de Riópar a Salobre, que pasa por el collado de las Crucetas, bajo el
Padrón. Aún se recuerda una copla de las casas de El Ojuelo, hoy día
deshabitado:
A las chicas del Ojuelo,
les ha dado por la rebeca,
y a los tontos de los novios
por montar en bicicleta.
Rodeando la Piedra de las Abejas continuamos el
camino blanco en dirección a Salobre. ¡Venga, leches, que alguien cante algo
más!
Qué polvo tiene el camino,
qué polvo la carretera,
qué polvo tiene el molino,
qué polvo la molinera.
Tu madre me quiere ver
en la boca de un
cañon,
y yo la quiero ver
a ella
en la lumbre hecha
carbón.
Una vieja muy revieja,
más vieja que san
Antón,
se echaba la teta
al hombro
y le arrastraba el
pezón.
Catalina mi vecina,
mujer de mucho aparato
se come las longanizas
y le echa la culpa al gato.
Estando en el campo arando
se me torció la besana,
y se me fue enderezando,
acordándome de Ana.
Si quieres cosas calientes
cásate con la churrera,
estarás toda la noche
churro dentro, churro fuera.
Echemos la despedida
Sin que nadie se incomode,
Que el que baila se divierte
Y el que toca bien se jode.
Junto al camino vemos algún quejigo, que aparece con
sus hojas pintadas de color amarillo. La coloración que adquieren las hojas de
los árboles en otoño se debe casi siempre a la descomposición de la clorofila,
principal responsable de la función fotosintética de las especies botánicas.
Cuando se descompone la clorofila se dejan ver otros pigmentos asociados a
ella, como la xantofila, un carotinoide que da a las hojas esos bonitos tonos
amarillos dorados.
Casi todos los robles tienen también unas extrañas
bolas pardas. Son agallas de la avispa del roble, una agalla que desarrolla el
árbol cuando este insecto pone sus huevos en ramas y hojas. De esta forma las
larvas que nazcan de estos huevos se alimentarán de la agalla y no del árbol.
El camino que seguimos después debió estar
equivocado. O bien esos días las dríades, ninfas y demás seres malignos que
acostumbran a habitar estos bosques no tomaron descanso alguno y se dedicaron
de continuo a estorbar nuestro camino.
¡Joder, si no se acababa cuando lo reconocimos, cómo
coño se acaba ahora!
El caso es que con el GPS de Gerardo (¡Ay, si no
fuera por estos aparatejos!), y tras hacer un escrutinio del personal,
conseguimos llegar hasta Cueva Chica, donde, sin muchas retóricas ni pláticas,
pasamos a mejor sitio unas pancetas y cervezas frías, con las que nos aguardaba
José Luis. Bueno, para que se enfriase la cerveza no hacía falta llevar nevera.
Ya se encargaba el frío medioambiental de ello.
Al frente de nosotros estaba el Puntal de la Mina,
donde están las antenas repetidoras de televisión (Mingarnao para Lanciano).
Por el oriente de este cerro, atravesando el Haza de las Ánimas, llegamos a Salobre.
Allí pasamos la noche en el Centro Social, en la calle Nueva, después de cenar
en el hotel Ribera del Salobre, construido a las afueras del pueblo, frente a
la Cooperativa La milagrosa, de la Hermandad de Labradores de Salobre.
Algunos, tras la cena y después de tomar unas copas
en el pub La Almazara, echaban ya de menos a sus respectivas, aunque no sabemos
con qué fines. Pero ya lo dijo Juan Ruiz, el gran Arcipreste de Hita, "los
omnes e las otras animalias quieren aver conpanía con las fembras":
"Commo dize Aristótiles,
cosa es verdadera:
el mundo por dos cosas trabaja:
la primera, por aver mantenencia;
la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera."
SALOBRE ALCARAZ
Tiene salobre 601 habitantes, 306 varones y 295
mujeres. Tiene además dos iglesias, una vieja, en la parte alta del pueblo, y
otra nueva más cercana al río. Esta última trajo la discordia a los habitantes
del pueblo, pues la mayoría preferían seguir realizando el culto religioso en
la vieja. Sin embargo varias caídas, producidas entre la gente mayor que subía
a misa a la de arriba, llevaron al cura a proponer la construcción de la
iglesia actual.
En la Plaza de Tierno Galván está el Ayuntamiento y
frente a él La Almazara, el pub de copas de la noche anterior. En él se pueden
ver aún algunas prensas y unas muelas del antiguo molino de aceite y otros
muchos utensilios que sirven ahora de adorno. El edificio que aloja este pub
dio cobijo en el siglo XVIII a lo que fue la fábrica de hojalata de Salobre,
empresa filial de las Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz.
Salobre está dividido en dos por el río del mismo
nombre, que nace a pies del puerto de las Crucetas. En la Avenida de la
Constitución está la casa de Pepe Bono, nuestro Presidente regional. Una placa
en la fachada recuerda a su padre, José Bono Pretel, que fue alcalde del
municipio durante la dictadura del general Franco. El pueblo de Salobre le
dedica esta placa de agradecimiento y afecto.
Es el día de la Constitución y todavía colea lo del
luto nacional del martes por la muerte de siete militares españoles en Irak.
Pero dejémonos de guerras y politiqueos y sigamos
nuestro camino hacia Alcaraz, que ya sabemos que allá van leyes do quieren
reyes, y que cada cual se las salta y se las pasa por el forro de sus caprichos,
o por donde bien le viniere en gana.
Empezamos la marcha de ese día rodeando el Puntal de
la Breña por El Pinarejo, para llegar al Molino de la Nicolasa. Tuvimos que dar
un fuerte rodeo, pues en línea recta hubiese sido casi imposible pasar, debido
a un cerrado carrascal que hay en las lomas de este monte. Junto al río
Angorrilla se ven las huellas que deja el jabalí, y la tierra aparece
completamente levantada por su búsqueda de raíces, larvas de insectos y otros
pequeños animalillos.
Ponía miedo y espanto mirar al cielo esa mañana, por
si éste dejaba escapar sus lágrimas, como así sucedió a poco. Aunque sólo fue
un amago de llanto, pues muy pronto, nada más colocarnos los ponchos y
chubasqueros, el cielo cerró de nuevo sus puertas por completo y sus lloros
cesaron.
También dio miedo ver esa mañana a Rosita, que
quería iniciar la marcha con sus zapatillas de cuadritex. Menos mal que Juan
Carlos, su novio y prometido, es un punto más avispado que el Diablo y advirtió
pronto el yerro.
Entre una auténtica maraña de coscojas, carrascas,
agracejos aliagas y rosales silvestres (algunos con las típicas agallas de la
avispa del rosal), subimos ahilados, uno tras otro, por un barranco hasta los
Llanos de la Virgen, a la vista ya de Vianos. Estos llanos dan cabida a varios
campos de cultivo, entre los que podemos encontrar algún cuco, refugio de
pastores. En la zona de Yeste estos refugios son denominados chozos, pero aquí
son denominados cucos, al igual que los que existen por toda la llanura
manchega.
Por la derecha de nosotros se alzaba como un coloso
el Almenara, monte que ampara la Sierra de Alcaraz, por un lado, y los campos
manchegos, por el otro, elevando a todas las almas que suben a su cima a vivir
cerca del cielo.
Pero no llevábamos negocio de subir a ninguna
cumbre, ni a los cielos, sino de ir a Vianos a dar cuenta cumplida de unos
huevos con jamón para almorzar. Aunque la premura de llegar a Alcaraz a comer
nos obliga a almorzar antes de llegar a Vianos.
Después de encontrar al sherpa Sigfredo, que se nos
había perdido en la subida del río Angorrilla, llegamos a Vianos por la iglesia
parroquial de San Sebastián, construida en una sola nave en el siglo XVI.
Podemos ver la bonita ventana tapiada de su torre octogonal, de estilo
plateresco, un estilo que floreció durante el primer tercio del siglo XVI,
correspondiéndose con la primera fase del Renacimiento.
El término plateresco fue acuñado en el siglo XVII
por el escritor español Ortiz de Zúñiga, al comparar la minuciosa decoración de
este periodo con el oficio de los plateros y orfebres. Sus elementos
característicos son las columnas abalaustradas, rematadas con capiteles
corintios o compuestos decorados de modo fantástico, los arcos de medio punto,
los medallones con cabezas clásicas en las cenceñas de los arcos y las
pilastras y los paramentos almohadillados.
Desde Vianos, Alcaraz está ya a tiro de ballesta. Es
poco menos de una legua en línea recta, aunque evidentemente nosotros, como
siempre, vamos a seguir la curva. Pero para recurva la que tomó Luis, a quien
dejamos de guía. El hombre seguía y seguía recto, mientras que el resto nos
desviamos hacia la izquierda. Automáticamente perdió el título honorífico de
becario adjunto, título que se le había concedido tras hacer algunos méritos
con los monitores al reconocer las etapas. Y hemos de decir en honor a la
verdad que le dimos voces para que parara, pero viendo que no aprovechaban y
actuando con bellaquería y alevosía, le dejamos ir. Y como el hombre es un poco
duro de oído, por no decir que es bastante sordo, ni se enteró de que se
marchaba solo.
¡Ni siquiera Lola, su enamorada, fue capaz de
sacarle de su despropósito!
La Cuesta de la Madre se desciende por una senda
abierta días antes por José Luis, Gerardo y Paco. Si no se hubiese abierto esta
senda habría sido imposible atravesar la enmarañada vegetación de la zona.
Desde aquí, dando zapatetas en el aire y espoleados por nuestra buena ventura,
no nos quedaba más que introducirnos por las calles de Alcaraz, llegando a la
Plaza Mayor por la callejuela que se abre entre las torres del Tardón y La
Trinidad.
Golpe a golpe (de bastón, claro), paso a paso y
verso a verso hemos caminado durante siete días, poniendo epílogo a nuestra
aventura bajo el Arco de Zapatería. Allí, como es costumbre y usanza en esta
marcha, Lanciano canta el romance del Pernales, que para quien no conozca la
letra, que seguro serán pocos, ahí va:
En la provincia Albacete,
en la Sierra de Alcaraz,
mataron al Pernales,
también al Niño del Arahal.
Destino suyo ha sido
el ser extraños por estas tierras,
el preguntarle a un guarda
cual es el camino
que lleva a la sierra.
El guarda les indicó el camino
y a Villaverde se ha encaminao,
y al llegar al señor juez
le cuenta lo que ha pasao.
El señor juez al momento
mandó llamar a la Guardia Civil,
todas las fuerzas que haya
para la sierra tienen que salir.
Salieron dos de a pie,
tres de a caballo,
con un guía y un asistente,
y a la cabeza hacía
que iba un bravo teniente.
Al saltar las cordilleras
a los bandidos el alto les dio,
y a los muy pocos momentos
el Niño al suelo cayó.
Pernales le dice al Niño
dame la mano, vamos a ellos
no hay que temer,
si no me matan esta mañana
un gran recuerdo han de tener.
A los muy pocos momentos
Pernales al suelo caía,
los cadáveres en un carro
a Bienservida los conducían.
El pueblo entero lloraba
con mucha pena y dolor,
de ver a los dos bandidos
cruzados en un serón.
Y por toda la sierra,
de oído a oído,
de boca en boca,
corría este cantar:
Ya mataron al Pernales,
ladrón de Andalucía,
que a los ricos robaba
y a los pobres socorría.
Tras escuchar la canción del Pernales, todos juntos,
con algunos familiares y con la Diputada de Cultura de la Diputación
Provincial, Carmen Navalón, nos fuimos a comer al restaurante Alfonso VIII. En
él, el concejal de deportes del Ayuntamiento alcaraceño hizo entrega de una
placa al Centro Excursionista de Albacete por la finalización de esta XXI
edición de la Marcha Nerpio Alcaraz. Finalmente la jornada acabó con la visita
a la iglesia de San Miguel, donde se celebraba una exposición sobre la
construida y elaborada historia de Alcaraz. Esta población llegó a tener hasta
siete conventos y fue durante los inicios de la Edad Moderna una de las más
importantes de toda España.
LOS ALIAS DE LOS PARTICIPANTES
Gerard – el director general (al ritmo de petarda).
Paco –exagerando o sin exagerar
Antonio – el hombre del cuaderno que todo lo apunta.
Sigfredo – roncamontañero que se ha pasado al
cuadritex.
José Luis – caldito reparador, panceta y buscador de
actimel (casi mi padre).
Juan – al Capone.
Javi – el gran árbol de navidad o el caballero de la
orden de malta.
Santi – el hacedor de queimadas.
Andy – el actimel, becario del hacedor de queimadas.
Luis – el becario adjunto a dirección (ligues de 2
en 2 y ronquidos a mogollón).
Julián – corazón dulce.
Lola – lolita loca (rasca y pica).
Memes –
diablesa menor (sor memes).
Alfonso – el coleccionista de setas.
Nuria – diablesa mayor (sor Nuria).
Rosa – la novia
Juan Carlos – el cachondo mental
Juan – el sorprendido
Luis – el largo.
carlos – rompebotas.
José Luis – samba pa ti.
Mario – el becario del GPS.
Pascual – el gasota.
Paco – mylord (sir francis).
José Andrés – el guitarrista folk (una mujer y una
burra...)
Juan PGC – el benetérico.
Chema – siempre en cabeza
Laureano – el hombre que fue sin bastones y nunca
volverá a hacerlo.
Lanciano – el tai-chi de los huevos.
Polo – polito.
Ángel – rodillas de cristal
Juan Antonio – dalai lama (el buda)
Eduardo – el dostor (el hombre ordenador).
Manu – el setero del paraguas.
Manolo – el setero de la coleta (el grito de la
sierra).
Pedro – el roncador de las botas mojadas.
Not clasified:
Paco – el mochilero del tobillo flojo (molinicos
entertaiment).
Paco – el multiampollas de tobarra
colaboración especial del SEPEI:
Tasio (el
calentador de orujos, que no hacedor de queimadas), Ángel (el alarmas), --- el
peleón y el rooky de los pantalones mojados.
(Centro Excursionista de Albacete 2003)