SEMANA SANTA POR LA SIERRA DE CAZORLA

 

-------FECHAS: del 8 al 12 de abril de 2009.

ORGANIZA: Centro Excursionista de Albacete.

PARTICIPANTES:

Gerardo Gonz‡lez Montero

Juan A. Molina Guirao

Antonio Matea Mart’nez

Juan Miguel Matea Mart’nez

çngel Pi–a Garc’a

 

LLEGADA A DON DOMINGO (8 de abril)

El alojamiento de los participantes en la Semana Santa por la Sierra de Cazorla se realiz— en el albergue de monta–a Don Domingo, situado a m‡s de 1.500 metros de altitud en la aldea del mismo nombre, un nœcleo del municipio Santiago de la Espada-Pontones. Este municipio jaenero contaba en 2007, segœn el Instituto Nacional de estad’stica, con 3.944 habitantes.

El municipio surgi— de la fusi—n de los dos pueblos el 24 de junio de 1975. Parece ser que el origen de Santiago de la Espada fue un peque–o refugio de pastores, que acud’an con sus ganados trashumantes de Alcaraz, Siles, Segura de la Sierra y Cuenca. En un principio se le empez— a llamar El Hornillo, debido a un peque–o horno de piedra, construido junto a un robledal para fabricar pan. M‡s tarde, en 1691, pas— a denominarse Puebla de Santiago, y poco menos de un siglo despuŽs alcanz— su apelativo actual.

Pontones debe su nombre a la existencia de varios puentes sobre el r’o Segura, cuyo nacimiento tiene lugar unos cinco kil—metros m‡s arriba, en una impresionante fosa, por donde el agua salta a borbotones cuando ÒrevientaÓ. Las aguas de este r’o, tras recibir las del r’o Madera, son embalsadas en Anchuricas para producir electricidad en el Salto de Miller, junto a las que vienen de la Presa de la Vieja en el r’o Zumeta.

Santiago celebra sus fiestas en honor al Ap—stol Santiago y a la Inmaculada Concepci—n y Pontones para la Virgen del Rosario. Se han hallado pinturas rupestres en algunos abrigos junto al r’o Zumeta y existen restos de varios poblados de la Edad del Bronce. Los romanos llamaron a esta regi—n Saltus Tugiensis y a estos montes Mons Argentarius, debido a los yacimientos de plata que en ellos explotaron. Los ‡rabes la dominaron m‡s de cinco siglos, hasta que fue conquistada Cazorla por los cristianos en 1231 y Segura de la Sierra una dŽcada m‡s tarde.

El rey Fernando III entreg— Cazorla al Arzobispo de Toledo, don Rodrigo JimŽnez de Rada, que cre— el Adelantamiento de Cazorla como enclave fronterizo frente a las huestes del Islam. Segura de la Sierra fue de la Orden de Santiago, que se encarg— de su repoblaci—n, administraci—n y dominio.

Pero la verdadera repoblaci—n de la regi—n se produjo tras las desamortizaciones de Mendiz‡bal y Madoz, por las que se permiti— tomar posesi—n a cualquiera de todas aquellas tierras deshabitadas que hab’an sido del Adelantamiento, o estaban incluidas en el alto Guadalquivir y Segura. Acudieron gentes de JaŽn, Granada, Murcia y Albacete, gentes tan pobres que s—lo llevaban consigo unos pocos animales, sus ganas de comerse el mundo y unos hornillos que les permit’an guisar la poca comida que llevaban. Por estos hornillos que portaban se les comenz— a llamar los Hornilleros.

Con la creaci—n del Coto Nacional en 1960, de unas 70.000 hect‡reas, hubo numerosas expropiaciones forzosas de aldeas completas y cortijos, y muchas familias que viv’an all’ desde tiempo inmemorial fueron obligadas a marchar a los reciŽn creados poblados de Coto R’os y Vadillo-Castril. Y todo ello para que unos pocos pudieran disfrutar del ejercicio de la caza, sobre todo el general Franco, que hizo de Cazorla uno de sus cotos privados.

El albergue de monta–a Don Domingo, alojamiento de los cinco participantes en estas jornadas, fue antigua casa forestal y consta de dos nœcleos individuales con tres habitaciones, ba–o y sal—n, m‡s otro nœcleo comœn abuhardillado. En total son cuarentas las camas de que dispone, y est‡ gestionado por Paco Robles y Agustina Fern‡ndez, su mujer, que es quien se encarga de la cocina. Posee tambiŽn un restaurante con barbacoa y chimenea, donde podemos encontrar un ambiente rœstico y familiar, sobre todo por la amabilidad de los dos responsables del establecimiento.

Carnes de cordero segure–o a la parrilla, potaje de bacalao, embutidos serranos, sopa cortijera, olla con jud’as morunas, trucha de la tierra y unos deliciosos postres caseros, de los que es obligado destacar el flan casero, son algunos de los argumentos que nos pueden servir para pasar algunas jornadas de ocio y asueto. Es el punto base ideal para ascender al Banderillas, a Las Palomas, al Almorch—n, al Empanadas, m‡xima altitud del Parque Natural de Cazorla, las Villas y Segura con 2.106 metros de altitud o para visitar el Pino Galap‡n, un pino centenario de enormes proporciones.

Los telŽfonos de contacto de este establecimiento tur’stico, por si algœn lector est‡ interesado en alojarse en Žl, son el 648061652 y el 953438256.

 

 

POR LOS ALREDEDORES DE POYOTELLO (9 de abril)

Bien temprano y con la mochila repleta con las vituallas del d’a, se parti— hacia el peque–o nœcleo de Poyotello, poblaci—n situada por encima del r’o Segura. Es zona de pastos esta aldea, como as’ muestra el olor que expira la tierra y las majadas construidas junto a los abrigos rocosos de los alrededores.

Tras dejar el coche aparcado en este nœcleo serrano y calzados los pies con los œtiles de caminar, se empez— la ascensi—n hacia la Piedra Dionisia o la Risca de las Buitreras, privilegiado mirador por encima del valle del r’o Segura. Al fondo queda el serpenteante cauce del r’o Segura, que nace poco m‡s arriba de Pontones, en Fuente Segura. A lo lejos, el Calar de Marchena, el calar del Cobo y m‡s a la izquierda el Yelmo, con sus afiladas antenas.

Tras el almuerzo en esta espectacular atalaya se sigui— caminando hacia la caseta de vigilancia forestal de La Campana, para despuŽs descender por la cuesta de Despiernacaballos. Tras varios encuentros con la pista forestal que va hacia La Toba, donde existe una espectacular pared de toba en cuyo interior brota un impresionante chorro de agua, se lleg— al r’o Segura, remontando su curso r’o arriba hasta llegar al Cortijo del Puente, que en algunos planos viene como Cortijo de Despiernacaballos.

Cerca de esta casa existen los restos de un puente romano sobre el r’o Segura, aunque s—lo quedan de Žl algunas pilastras construidas en siller’a. Aparte de ‡lamos, fresnos, sauces, juncos y otras especies riparias, es f‡cil encontrarse por las orillas del r’o con algunas nacientes colas de caballo o equisetos, plantas de tallo articulado, que vive en lugares con mucha humedad.

Desde este cortijo y haciendo verdaderos requiebros por algunos pasos por los que sortear las barrancas que llegan al r’o Segura, se lleg— hasta Huelga Utrera, un peque–o nœcleo situado junto al r’o Segura. Desde esta peque–a poblaci—n parte un camino hasta la Cueva del Agua, siguiente punto de destino, donde existe una inmensa oquedad en la que hay un nacimiento de agua, que poco despuŽs de ver la luz del mundo vuelve a esconderse en las profundidades de la tierra para salir de nuevo al llegar al Segura. A pesar de que esta cueva est‡ cubierta en gran parte por el agua, se ha utilizado tambiŽn para guardar ganado en ella.

Desde esta cueva del agua, se llega por una ascendente senda bien se–alizada en algo menos de una hora a Poyotello, punto de partida de esta ruta. Desde aqu’ se retorn— a Don Domingo, pasando primeramente por Santiago de la Espada, La Matea, El Cerezo, donde existe un peque–o bar tienda de los que han existido casi toda la vida en la sierra, y El Patronato, nœcleo situado a un par de kil—metros de Don Domingo.

ASCENSIîN A LA SAGRA (10 de abril)

Fue menester hacer un buen paseo en coche de unos 50 kil—metros desde Don Domingo hasta el Cortijo del Collado de Abajo, punto de partida para el ataque a La Sagra. El recorrido es bonito, con quebrados barrancos envueltos en pinos salgare–os, pero nada apto para todo aquel que pueda sufrir el mal del mareo. En uno de estos barrancos, cercano a santiago, existe algœn nœcleo de pinturas rupestres y los restos de una antigua piscifactor’a.

La ascensi—n a este impresionante macizo granadino se hizo por el Collado Blanco, donde existe un cortijo con el mismo nombre, en el que hay una extra–a placa con unas inscripciones en lat’n, y un peque–o helipuerto. No olvidamos tomar fuerzas primeramente con nuestras vituallas mochileras, en las que no falt— el famoso Ò‡ngelusÓ, de receta secreta. Este ascenso se hizo por un espeso bosque de pinos salgare–os, moteado de elŽboros fŽtidos, torviscos machos o numerosos rosales silvestres. No faltan en estos pinos la procesionaria del pino, insecto que llega a constituir una verdadera plaga y deja algunos ‡rboles con sus ramas sin hojas, completamente descarnadas.

Tras dejar la arboleda a unos 2.000 metros de altitud, como as’ se–alaban los indicadores de los GPSs, y saludar a una pareja de caminantes, fue preciso atravesar un autŽntico pedregal salpicado de coj’n de monja para llegar a La Sagra Chica, situada ya a tiro de ballesta de La Sagra.

Era pr—digo el nœmero de senderistas que se pudo hallar en La Sagra, entre ellos varios hippys que casi agotan las reservas cerveceras de los cinco participantes del Centro Excursionista de Albacete. La cota de este macizo, con 2.383 metros, su pomposa modelaci—n y sus destacadas vistas desde la cima atrae a numerosos excursionistas. Pero el intenso fr’o y la incipiente nevada que se anunciaba con minœsculos copos, aconsejaban el r‡pido descenso, como as’ se hizo.

Este descenso se hizo por un canchal, poniendo en pr‡ctica una nueva modalidad deportiva: el esqu’ alpino sobre piedras, lo que permite un r‡pido descenso, aunque tambiŽn es f‡cil acabar con esta pr‡ctica con las posaderas en el suelo. Ya con los coches fue obligado visitar el restaurante Collados de la Sagra, donde se anuncian unos destacados guisos, aunque por sus elevados precios hay que llevar la cartera bien llena. De obligada visita resultan las secuoias gigantes que se encuentran en los alrededores del cortijo de la Losa.

 


EN BUSCA DEL PINO GALAPçN (11 de abril)

El d’a amaneci— n’veo y brumoso, por lo que no era aconsejable la ascensi—n al Banderillas, como estaba previsto. Se decidi—, por tanto una ruta alternativa, que consisti— en ir en busca del Pino Galap‡n, situado a unos 4 kil—metros de Don Domingo.

Para llegar a este Pino Galap‡n, del que o’mos hablar por primera vez a Olayo Alguacil, en su libro En busca del Pino Galap‡n, es preciso coger la pista forestal que desde Don Domingo se dirige a Rambla Seca, atravesando los Campos de Hern‡n Pelea o Hern‡n Perea, como dicen otros, aunque en este punto no se ponen muy de acuerdo los cronistas ni los mismos lugare–os, como hemos tenido ocasi—n de comprobar personalmente.

Parece ser que su primer nombre fue el de Campos de la Gran Pelea, por una gran batalla que tuvo lugar entre moros y cristianos, posiblemente hacia el siglo XIII. Otros le llamaron Campos de Rampalea o de Juan Perrera, metiendo por en medio el nombre de un adelantado de Cazorla que no se sabe a ciencia cierta si particip— o no en aquella cruenta y sangrienta batalla.

Quedan tambiŽn de aquellos tiempos bajomedievales algunos otros nombres, como el Morro de las Peleas y el Morro de los Cojos. En este œltimo parece ser que qued— herido en una sima uno de aquellos combatientes de la Gran Pelea, donde permaneci— hasta que san— de la cojera consecuencia de su herida. ƒl mismo se curaba y se alimentaba con las hierbas que cog’a, huyendo de aquel lugar cuando por fin pudo caminar, permaneciendo su recuerdo en aquel sitio para el resto de los tiempos.

No consiguieron los participantes descubrir el Pino Galap‡n, pues la intensa niebla lo impidi—, pero aœn as’ se pudo disfrutar en aquel nebuloso d’a de aquellos parajes y de aquellas historias guerreras, almorzando m‡s tarde en Don Domingo. Tras el almuerzo se decidi— por abrumadora mayor’a partir de tapas a Santiago de la Espada, sustituyendo el senderismo, principal fin de estas jornadas, por una ruta gastron—mica-cultural.

Destaca de Santiago de la Espada su iglesia parroquial de finales del siglo XV, de estilo g—tico, con su retablo mayor, Žste del siglo XVIII, la antigua Posada y la Casa de la Tercia. Los barrios son singulares, t’picamente serranos, y se conserva entre sus gentes la afici—n por el juego de los bolos y el baile de jotas serranas y sobre todo la afici—n a la caza, como as’ hubo ocasi—n de observar en algœn bar por los trofeos colgados en sus paredes.

 

 

CIRCUNVALACIîN Y ASCENSO AL CALAR DEL ESPINO (12 de abril)

Este œltimo d’a de las jornadas se decidi— en primer lugar visitar el nacimiento del r’o Segura, para ascender despuŽs al Calar del Espino, situado cerca de Siles. En cuanto al nacimiento del Segura, hemos de decir, como ya dijimos atr‡s que nace en una profunda fosa, explorada con trajes de espeleobuceo. Este nacimiento del Segura es uno de los puntos m‡s destacados de todo el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, no por la belleza del lugar, con un terreno ‡spero y desarbolado, sino por lo singular del nacimiento del r’o.

En ocasiones, tras periodos de intensas lluvias la poza del nacimiento ÒexplotaÓ y el agua sale a borbotones, creando un verdadero espect‡culo natural, origen del Segura. Este r’o fue llamado Tader por los romanos y Nahrel-Abiad, el r’o blanco, por los ‡rabes. Su nacimiento fue denominado por los œltimos Òal-MafyarÓ, que en lengua cristiana quiere decir La Fuente.

En cuanto al Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas fue creado por Real Decreto de la Junta de Andaluc’a el 15 de marzo de 1986, con una extensi—n de 214.300 Ha, lo que hace de Žl el mayor espacio protegido de todo nuestro territorio. Tres a–os antes, en 1983, la UNESCO reconoci— su alto valor biol—gico y lo declar— Reserva de la Biosfera. Incluso dos a–os m‡s tarde de su protecci—n, en 1988, fue declarado Zona de Especial Protecci—n para las Aves por la Comunidad Europea.

Los grandes espacios arb—reos, con pinos, robles, carrascas, arces, fresnos, madro–os, sauces y ‡lamos, mezclados con enmara–adas capas de matorral, y la gran diversidad faun’stica que lo puebla, hacen de este espacio natural uno de los grandes para’sos forestales de Espa–a. Hay que destacar como especie arb—rea dominante el pino salgare–o, muy utilizado en siglos pasados para la construcci—n naval. Toda esta zona, y gran parte de la serran’a albacete–a, estuvo integrada por la provincia mar’tima de Segura de la Sierra, poblaci—n que destaca f‡cilmente por su castillo guerrero de origen ‡rabe.

Segura de la Sierra fue cabeza de jurisdicci—n de toda esta zona, al ser su castillo centro de poder de la encomienda santiaguista del mismo nombre. Esta poblaci—n fue descrita en las cr—nicas ‡rabes como el lugar m‡s inexpugnable de todo al-çndalus, al situarse la fortaleza en lo m‡s elevado de un alto cerro. El poeta Ibm Ammar lo describi— como un lugar Ótan elevado que el coraz—n, si se atreviera, podr’a hacer de Žl pelda–o hacia las nubesÓ.

En verdad se ven unas vistas incre’bles desde la torre del homenaje del inexpugnable castillo de esta poblaci—n, como as’ hemos podido comprobar en alguna ocasi—n. El Yelmo queda al Sur, con sus afiladas antenas, casi en prolongaci—n con el Yelmo Chico. Al Norte, a tiro de ballesta, blanquean las casas de Orcera y debajo, en el mismo pueblo, destaca la iglesia parroquial de Nuestra Se–ora del Collado y la plaza de toros de forma cuadrangular, situada junto a la Puerta de G—ntar. TambiŽn son de destacar en esta poblaci—n unos ba–os ‡rabes y la fuente imperial de Carlos V, situada junto a la iglesia.

En 1243 las tropas santiaguistas ganaron todo este territorio a los sarracenos, permitiendo a los vencidos que permanecieran en sus tierras y casas. Con el paso del tiempo, estos mudŽjares, ante el acoso sufrido por los cristianos y la presi—n fiscal a que eran sometidos, marcharon en su mayor’a a las cercanas tierras del reino nazar’ de Granada. Desde la cercana poblaci—n de Huescar sufri— esta zona el embate de los moros, hasta la conquista de esta poblaci—n en 1488, cuando ya desapareci— el peligro musulm‡n.

Ya cerca de Siles, se tom— una pista forestal que se dirige hacia el Calar del Espino, el Prado de Juan Ruiz, en las faldas del Calar de la Sima, y La Donal, junto al r’o Segura. A pies del Calar del Espino se dejaron los coches para iniciar el ascenso hasta este impresionante calar, por una senda de peque–o recorrido bien se–alizada. TambiŽn la parte final del ascenso est‡ bien marcada, Žsta por el este de esta monta–a, por la que se llega en apenas unos diez minutos. Abunda el macho montŽs por la ‡spera cima del calar, como as’ pudieron comprobar los participantes, as’ como alguna dolina de proporciones destacables.

Tras admirar las impresionantes vistas desde la cima de este macizo, de 1.722 metros de altitud, y tras saludar a algunos otros senderistas que hab’an subido a ella, se inici— el descenso cada cual como pudo hasta llegar de nuevo a la pista forestal del Prado de Juan Ruiz, cerca de la Fuente del Tejo.

Esta Fuente del Tejo, junto al arroyo de la Sierra del Agua y el arroyo de AndrŽs dan origen al r’o Tus, cuyo caudal se incrementa enseguida con el arroyo de la Camarica, poco antes de llegar a la casa forestal de Pe–a Halc—n. A continuaci—n se sumerge por un angosto ca–—n por donde penetra en la provincia de Albacete, saliendo de Žl por el Estrecho del Diablo, formado por los paredones calizos de los puntales del Avellano y la Escaleruela.

Acabado el recorrido senderista, los cinco supervivientes de estas jornadas se dirigieron a Siles, con la idea de apagar el hambre y la sed de sus est—magos. Sin embargo la diosa Fortuna les rechaz— su mano, pues en uno de los bares el camarero sali— brioso anunciando con desaires y soberbia que la cocina estaba cerrada.

No cesaron en su intento los participantes, dirigiŽndose seguidamente a La Puerta del Segura, donde regaron sus est—magos en un mes—n con unas cervezas y lo llenaron con unos huevos fritos y morcillas de la tierra, de los que dieron cuenta sin arrugarse una dŽcima. As’, regalados y satisfechos, pusieron punto y final a estas jornadas por las Sierras de Cazorla con el Centro Excursionista de Albacete.

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