LA ESCUELA
Era una escuela de cartilla y ahí se terminaba la cosa. Se llevaba
cartera de pana, de cartón, que hacían las madres. Las clases eran grandes y hasta hubo
quien aprendió las tablas de multiplicar con unas castañuelas. En la escuela se cantaban
canciones, se contaba y también se rezaba, en fin,los chiquillos se iban educando poco a
poco. La visita de alguna persona a la escuela, obligaba a que los chiquillos y chiquillas
se levantaran de sus pupitres y muy educados recitaran casi a coro: "buenos días
tenga usted". Se empezaba a ir a la escuela a los 4 ó 5 años y en un principio
chicas y chicos irán juntos, después con 7 u 8 años se separarán en dos grupos, por un
lado, las chicas por otro, los chicos.
Para calentarse los chiquillos llevaban unos"ceporrillos"de madera que metían
en la estufa,no traer madera significaba no"arrimarse a la lumbre".
Los libros se reducían a la cartilla y poco más, alguna que otra enciclopedia
de pobre catadura. La lección se decía en voz alta y de memoria y sí no la sabías, te
esperaba la palmeta del maestro. Los castigos corporales eran de consideración. La
"leña" era habitual, los castigos de fábula y cuando no te sabías la
lección:"¡leña que te crio!".
Los chicos jugaban a las bolas (canicas), el zompo, los "santos"(1),
al parao. Las chicas jugaban a la "comba"con canciones como:"Al pasar la
barca me dijo el barquero, las niñas bonitas no ganan dinero, yo no soy bonita ni lo
quiero ser, por ahí va la barca de Sta. Isabel". También hacían bordado, punto de
cruz , encaje de bolillos. La mayoría de los chiquillos llevaban baberos de rayas negras
y azules. En las mesas había tinteros y por supuesto había "cuarto de las
ratas".
El período escolar terminaba para algunos a los 14 años, en cambio, para otros, a la
edad de 9 años ya se encontraban sarmentando. En realidad, eran pocos los que
reglamentariamente terminaban a la edad de 14 años, lo habitual era que los padres
requerían a sus hijos antes de que éstos pudieran terminar la escuela. Después de la
escuela, quienes podían, comenzaban a estudiar y los más humildes iban al campo a
trabajar.
Llegados a este punto, me gustaría detenerme en los juegos típicamente de la
escuela y en concreto voy a fijar mi atención en un singular divertimento propio de
chiquillos durante el período escolar, me estoy refiriendo al juego de "los
santos". Era un juego practicado por los chiquillos entre los siete y doce/trece
años, en el que podían jugar un número ilimitado de jugadores. Los santos o estampas
eran las caras decoradas de las cajas de cerillas que luego serán el premio del juego. En
el suelo se amontonan los santos, previamente acordados entre los jugadores, y sobre el
montón de santos, se coloca una piedra para evitar que éstos se vuelen. A unos 4 ó 5
mts. de distancia de los santos, se marca una raya en el suelo, desde allí deberán
lanzar sus tejos los jugadores. Los tejos eran piedras o trozos de ladrillos, más o menos
planos, duros (para romper los contrarios con facilidad) y con esquinas (para que se
clavaran bien en el suelo y no botasen). Una vez establecido el orden de tirada, comienza
el juego propiamente dicho, cada jugador lanza su tejo al montón de los santos, pudiendo
ocurrir que un jugador acerque su tejo más cerca de los santos que ninguno, en cuyo caso,
ganaría todas las estampas o santos que integran el montón. Podía suceder tambien que
el tejo de uno de los chiquillos, quedara colocado sobre el montón de los santos, en este
caso, el resto de jugadores que todavía no había tirado aún, debían de tratar no ya de
acercar su tejo al montón de los santos, sino de romper el tejo del jugador que ya
previamente había jugado, caso de romper su tejo, éste perdería los santos. En el
supuesto de que los santos se esparcieran por los impactos de los tejos lanzados, cada
jugador ganaba los santos que más próximos estuvieran a su tejo. La distancia del tejo a
los santos, se medía con ayuda de los dedos, pies o palmos. En este juego, se podían
echar tantas manos como desearan los jugadores, eso sí,"posando", es decir,
colocando en cada ocasión el número de santos, acordados antes por los jugadores.
Los juguetes eran más bien escasos,"una miaja de escopeta, un caballote de
cartón que arrastraban con una cuerda, una muñeca de trapo...". En fin, ya se sabe
la imaginación ponía luego el resto.
Ya sabemos lo mucho que han cambiado las cosas en este sentido, hoy día
nuestros chiquillos se vuelven locos por una provechosa videoconsola, y
los"tazos" de los pokemón de hoy,han venido a sustituir a los santos de antes.
(1)Ana Belén Tallés Cristobal. "Tres juegos infantiles de
Albacete"(Narria,estudios de artes y costumbres populares, nº27 de la provincia de
Albacete). Universidad Autónoma de Madrid.1982.